CAPÍTULO 15

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— Hola, bonita — la voz dulce de Ezra inundó mis oídos al instante que sus ojos verdes aparecieron en mi campo de visión — ¡Uy, te ves muy pálida, ¿te sientes bien? —

— Hola — salude con una sonrisa mientras intento no recordar el olor a hamburguesas que inundaba la calle un par de cuadras atrás donde había un restaurante de comida rápida— Sí, solo un poco de náuseas —

— Te dije que no debías de probar esos burritos del centro — rió mientras golpeaba mi nariz con la punta de su dedo — ¿Estás bien? —

— Sí, es solo que recordé que me dijiste que tu turno terminaba a las seis y... tengo que hablar contigo — dije arrugando la nariz tratando de sonar lo más despreocupada posible.

— ¿Es algo malo? — preguntó con el ceño fruncido.

— Es algo importante

— Entonces, vamos a la oficina — respondió mientras tomaba mi mano con suavidad y me señalaba un pequeño pasillo a la derecha.

Anoche había sido la primera vez que Ezra se había quedado a dormir conmigo en el estudio después de que una tormenta invadiera la ciudad en pleno otoño, él se había ofrecido a ir por mi al bar en su camioneta y después lo invite.

En parte porque quería intentar decirle la verdad y porque quería tenerlo cerca.

Ni siquiera había intentado llevar las cosas a otro nivel solo nos acostamos mientras bromeamos y nos besamos antes de ver una película hasta quedarnos dormidos.

Me gusta todo de él, desde su risa infantil, sus bromas sin sentido, su caballerosidad y su amabilidad; incluso con las personas que no conocía. Era como si todo este tiempo hubiera vivido en una idea errónea que me hacía creer que un hombre el cual me tomara un poco en cuenta y no me golpeara era la mejor opción pero al fin quitaba la venda que cubría mis ojos viendo la verdad.

Ezra era de lo que no había en mi ciudad, él era lo que siempre anhelé y jamás pude tener.

— Perdón por el desorden — dijo con una sonrisa tímida mientras rascaba su nuca nervioso y cerraba la puerta de la oficina a mis espaldas — Estaba haciendo papeleo —

— Sí, los diez mil puntos en Pac-man me lo dejaron claro — respondí con diversión mientras miraba la pantalla de su computadora.

— Es parte de ser bombero, inspección diaria de pac-man — bromeó mientras se acercaba a mí, inclinándose para quedar a mi altura con una sonrisa coqueta — Menos de nueve mil y vas de patitas a la calle —

— Muy interesante — dije divertida mientras sentía su aliento cosquillear mis labios.

Ezra soltó una ligera risa antes de depositar un casto beso sobre mis labios y volver su atención a mis ojos los cuales seguramente bailaban por los nervios.

— ¿Qué sucede? — preguntó frunciendo nuevamente el ceño.

— Yo, quería decirte q-que...— balbuceé.

¡Mierda, no quería hacerlo!

«Pero debes, el no se merece ser parte de tus juegos» me recordó mi conciencia.

— Ya no podemos salir, lo siento — solté desviando mi mirada del par de bosques verdes que conforman sus ojos.

— ¿Qué?

— Perdón — susurre.

— ¿Pero por qué? — insistió mientras las lágrimas agolpaban mis ojos — ¿Hice algo mal o... —

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