🦇 Capítulo: 44 (Tyler) 🦇

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Trato de maniobrar con los frenos para detenernos pero eso no impide que el otro auto impacte contra nosotros. Sofi grita asustada y yo la estrecho contra mi pecho. Un ruido ensordecedor produce que me piten los oídos y ya no sea consciente de mi cuerpo, veo a Sofi salir volando por el parabrisas. Todo ha pasado demasiado rápido y a la vez demasiado lento. No puedo moverme, mi pierna izquierda ha quedado atrapada y me duele la cabeza. Veo a alguien acercarse corriendo al coche y hacer señales con la mano para informarme que ya viene la ambulancia.

Estoy totalmente desesperado, trato de salir del auto a toda costa pero no lo logro, mi puerta ha quedado bloqueada con el otro coche y el cinturón de seguridad se ha trabado. Siento la sangre caliente salir por la herida de mi pierna y me duele horrores todo el cuerpo.

Finalmente llegan los paramédicos y me sacan de allí, lo primero que hago es buscar a Sofi con la y siento que mi corazón se detiene cuando veo su cuerpo tendido en el pavimento, está demacrada, fría y manchada de sangre. Las lágrimas corren por mis ojos y el dolor de mi corazón es tal que ya ni siquiera me duele la pierna o el resto de los golpes, solo puedo pensar en ella.

Mi mirada se desvía momentáneamente para ver como trasladan el cadáver de la persona que chocó contra nosotros. No puedo evitar sentir un odio inmenso a pesar de que está muerta mientras veo como los paramédicos atienden a mi novia.

-Estarás bien, te lo prometo -le digo Sofi que está inconsiente en una camilla esperando ser trasladada al hospital.

Estoy devastado, llorando en silencio cuando una señora de unos cincuenta años se dirige a mí hecha una furia y me pega con el bolso mientras me grita.

-Te odio, tú eres el culpable - entonces presto más atención a su figura y para mi sorpresa se parece muchísimo a mi novia, así que lo entiendo todo, me está culpando por el accidente que he tenido con su hija.

-Señora, tiene que calmarse -la detiene un oficial de policía y yo no digo nada, observo en silencio la escena con el corazón roto en mil pedazos, tal como el parabrisas de mi coche o como mi querida Sofi.

(...)

Me trasladan en una ambulancia diferente a la de ella al Sibley Memorial Hospital, durante el trayecto he llamado a mi madre para informarle de lo sucedido y no he podido parar de pensar en lo que me ha dicho esa señora: todo es mi culpa, de no haber cambiado a la carretera secundaria y haber seguido por la principal nada de esto hubiese pasado.

Al llegar, me llevan en una silla de ruedas a una sala donde me esperan mis padres y un cirujano ortopédico amigo de la familia desde hace años. Mi madre llora desconsoladamente al verme y luego el médico se dispone a iniciar a tratar mi pierna, que me duele un montón y ni siquiera la puedo apoyar.

Después de examinarla y hacer unas radiografías me diagnostican una fractura abierta de la tibia, por eso la herida exterior.

-Le realizaremos una reducción de fractura que consiste en posicionar el hueso nuevamente en su lugar para asegurarnos de una solidificación adecuada y luego inmovilizaremos la fractura con una férula -comenta el doctor explicando el procedimiento que utilizará, pero a mí no me interesa nada de lo que está hablando, solo quiero saber cómo está Sofi-. Como pueden ver, ya hemos limpiado bien el área exterior. Señores, nos vemos dentro de unas horas -se despide de mis padres y un enfermero me lleva a otro sitio.

(...)

Finalmente han terminado con mi pierna y todos los análisis y pruebas necesarias para descartar más daños. Por suerte para mí, solo me he fracturado la tibia y tres costillas del lado izquierdo, aunque para lo último el mejor tratamiento es el reposo. En este momento no quiero tomar ningún analgésico, prefiero el dolor.

-Mamá, tienes que decirme cómo está ella -le digo y ella aprieta los ojos conteniendo las lágrimas.

-Mi niño, acabas de tener un accidente donde pudieras haber muerto y solo has hablado para preguntar por esa chica -me reprocha intentando no llorar y yo niego con la cabeza abriendo los brazos para abrazarla.

-Perdona mamá, pero necesito saber qué le ha pasado, necesito saber si está bien -le digo y ella me abraza con cuidado de no lastimarme.

-Está bien, iré a averiguar -dice y sale de la habitación de hospital, dejándome a solas con mi padre.

Pasan unos minutos que para mí son años hasta que mi madre entra llorando en la habitación y de inmediato sé que no ha pasado nada bueno.

-¿Mamá, qué ocurre? -le pregunto desesperado.

-Mi niño -ella niega con la cabeza y pienso que ha ocurrido lo peor- está muy grave, le están haciendo estudios aún pero se ha golpeado muy fuerte la cabeza al caer -me dice y siento cuchillas enterrarse en mi cuerpo.

-¡Mierda! -un grito desgarrador emerge de mi garganta.

Las lágrimas brotan como cascadas y me siento derrotado. Es como si la vida me hiciese otra mala jugada, como con Emma. Ya nada tiene sentido, sin Sofi no tiene sentido vivir.

360°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora