42. La recompensa de Dobby.

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- Al fin hemos llegado al último de este libro, vamos a terminarlo porque debemos cenar e irnos a dormir, mañana tendremos un partido de Quidditch - nos dice James.

- ¿Estás ansioso por competir contra tu hijo? - le pregunta Remus.

- Será épico - comenta J.S - Sabemos que son de las generaciones más fuerte y verlos jugar en su mejor época... wou...

- Será entretenido, hace un año que no jugamos y será agradable retomar - les digo.

- Bien, leeré el último - me pide Fred y se lo paso - "La recompensa de Dobby"

Hubo un momento de silencio cuando con Harry, Ron, Ginny y Lockhart aparecemos en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry, sangre. Luego alguien gritó:

—¡Ginny!

Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron sobre su hija.

- Eso es una reacción muy normal y comprensible - comenta mi abuela.

- Sí, mi mamá no me perdió de vista en todo el verano y no me quejo - le dice Ginny.

- Mejor, porque es lo que haré desde que nazcas.

Con Harry, sin embargo, miramos detrás de ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevó una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin apenas darnos cuenta, con Harry y Ron nos encontramos atrapados en el abrazo de la señora Weasley.

—¡La han salvado! ¡La han salvado! ¿Cómo lo hicieron?

—Creo que a todos nos encantaría enterarnos — dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

En ese momento, mis padres aparecieron por la puerta y dejaron escapar un gran suspiro de alivio, antes de abrazarnos.

- Apenas supimos de la desaparición de Ginny, algo me decía que irían por ella - dijo papá mirando el estado en el que estábamos - Y veo que no me equivoque.

- ¿Están bien? - nos preguntó en cambio mamá.

- Sí, ninguno está herido - le asegure.

- Señor y Señora Gryffindor, lo mejor será que tomen asiento - les pidió la Profesora McGonagall - Estaban por contarnos como lo lograron.

- Me conoces desde que nací, llámanos por nuestro nombres, Minnie - dice mi papá y le sonríe a modo de respuesta.

- A él le sonríe, eso no es justo y se llama favoritismo - protesta Sirius y varios reímos por su berrinche.

- Señor Black ya es grande para comportarse así - le responde - Y el joven Fredderick, lo habrá utilizado para calmarme.

- Suena a excusa...

- No lo es Canuto, todos sabemos que soy su favorito - le dice James.

- Basta, ya quedó claro que su favorito es Harry - interviene Remus y comenzamos a reír.

- Sigue Fred... - le pido o seguiremos así toda la noche.

La señora Weasley soltó a Harry, que dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

Harry empezó a contarlo todo. Hablaba durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio; que Hermione había comprendido que lo que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías; que él, Ron y yo, seguimos a las arañas por el bosque; que Aragog nos había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco; que habíamos adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos...

Leyendo: "Harry Potter, una historia diferente"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora