Capítulo 3. El bofetón.

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Cuando, ese lunes por la mañana, Alba se subió al metro, se sorprendió al encontrar allí a Lacunza con sus auriculares puestos, los ojos cerrados y los labios inquietos, tarareando por lo bajo la canción que escuchaba. 

Sintió la ira de nuevo en su interior. Había estado todo el fin de semana intentando apaciguar su mente, calmar sus ansias de venganza, poner el asunto en perspectiva para no darle mayor importancia. Ni siquiera Noelia parecía acordarse ya. Pero ella no hacía más que pensar en la cara de suficiencia de Lacunza cuando la puso en su sitio con un par de frases. Alba Reche podría ser muchas cosas, pero no era alguien a quien fuera fácil dejar sin palabras, a quien los juegos de manipulación no afectaban y que rebatía cada punto hasta desarmar a su oponente. 

Estaba que echaba chispas desde entonces. 

Y, para su mala suerte, allí la tenía, tan relajada como siempre, haciendo gala de la tranquilidad de espíritu que a ella le faltaba. Seguro que ni se había vuelto a acordar del incidente, de Noe llorando, de su intercambio empatado, por primera vez. Odiaba haberse comportado de manera irracional aquella tarde porque le había hecho perder la batalla verbal contra Lacunza. Y eso sí que no lo soportaba. 

La miró intensamente, intentando explotar su cerebro con su fuerza mental. Lo dejó por imposible y echó la vista al frente con los labios fruncidos y la frente arrugada. No aguantaba tenerla allí tan pancha mientras ella estaba supurando veneno por todos los poros. 

Una parada antes de llegar a Ciudad Universitaria se sintió observada, cosa rara, ya que casi nunca nadie se fijaba en ella. Era invisible, y le encantaba serlo. Miró hacia su derecha y se encontró con la mirada seria de Lacunza. Parecía estar analizando su rostro crispado de rabia con desconcierto. Alba le aguantó la mirada, deseando que hiciera algo lo suficientemente fuerte como para tener una buena excusa para darle una paliza. 


- ¿Quieres una foto? -escupió con todo el asco que pudo, arrugando la nariz como si estuviera oliendo mierda, devolviéndole la insolencia del otro día. 


Natalia ladeó la cabeza y siguió observándola sin pronunciar una palabra. Alba no pudo soportarlo más y desligó la mirada de la suya, aunque sintió que la morena no apartaba los ojos de ella. 


- ¡¿Qué coño quieres?! -volvió a espetarle. 


La líder de las poetas se limitó a moverse y salir del vagón. Era su parada, la de ambas. Alba salió tras ella dispuesta a zarandearla, a quitarle esa sonrisa estúpida que tenía al mirarla por encima del hombro antes de perderse en la multitud, pero la cantidad de gente y su tamaño mini hizo esto imposible hasta que salieron al exterior. Correteó un poco hasta alcanzarla, tiró de su brazo y la obligó a encararla. 


- ¡Que me contestes! -dijo en voz demasiado alta, tirando de sus auriculares. Natalia hinchó las aletas de la nariz. Nadie tocaba sus auriculares. 

- ¡¿Qué coño pasa contigo, chica?! -le arrebató el cable con furia y la miró desde su enorme altura. Alba no parecía dispuesta a arrugarse, no aquel día. Veía el odio brillando en sus enormes ojos amarillos-. ¿Quieres que vuelva a dejarte como el culo o qué? 

- Eres... la peor... persona... que conozco -masticó cada palabra para que su diminuto cerebro comprendiera el significado de cada una de ellas-. ¿Cómo te atreves siquiera a...? 

- ¿A qué? ¿A recordarte que te equivocaste el otro día? 

- ¡Pero cómo tienes la poca vergüenza de decirme a mí que me equivoqué cuando vosotras habéis hecho algo mucho peor durante meses! -le dio repetidamente con el dedo en el hombro con toda su escasa fuerza. 

TunantasWhere stories live. Discover now