Parte sin título 22. Mierda de biblioteca.

16.8K 1.1K 918
                                    

- Os... os sale precioso, chicas, de... de verdad -dijo Alba, un poco emocionada. 

- No te irás a poner a llorar, Reche -le susurró Natalia, entre burlona y preocupada. 

- No, tranquila, estoy bien -sorbió mocos y se abanicó la cara. 

- En serio, necesito saberlo, ¿por qué te gusta tanto el jodido clavelitos? 

- Es una... es una tontería. Mi tío estaba en la tuna de... de Medicina cuando vivíamos en Valencia y... y hubo un año en el que toda su tuna vino a casa a cantármelo por mi cumpleaños -se agarraba las manos en un gesto terriblemente adorable y el pobre corazón de Natalia dio un par de latidos acelerados para avisarle de que ya no podía más con tanta ternura-. Cuando entré en casa y... y los vi... Fue muy especial. Es el último recuerdo que tengo de toda mi familia feliz y junta antes de que mis padres se separaran. 

- Lo siento mucho -musitó con los labios hacia afuera y el ceño fruncido. 

- No pasa nada, fue hace muchos años y ya... ya lo he superado. Pero cuando la canto me acuerdo y... me da cosa -se encogió de hombros. 

- ¿Quieres que la cantemos otra vez? 

- Pero tú la odias. 

- Después de tu historia ya la odio un poco menos -le dio un toquecito en la punta de la nariz que hizo que la encogiera y sonriera-. Chicas -alzó de nuevo la voz-, a mí no me ha convencido mucho. Venga, da capo y esta vez con más entusiasmo, coño, que parecemos diplomadas. 


Las tunantas rieron y se tomaron en serio las palabras de Natalia. Tocaron el clavelitos con más ganas que nunca, prácticamente como si fueran un coro gospel, con tanta intensidad que bien podrían haberse presentado a Got Talent, consiguiendo que incluso a la morena se le erizara la piel. Cuando llegó el subidón de la canción, Alba la miró con sus ojos iluminados como mil soles y una sonrisa que provocó la suya propia. Viva el clavelitos, joder

Empezaba a ser consciente de que se estaba volviendo adicta a sacar esa ilusión de la científica. Nunca la había visto emocionada por nada pero, ahora que la conocía mejor, era, sin lugar a dudas, la versión de Alba Reche que más le gustaba. Era casi infantil, y la chica incógnita nunca se lo había parecido. 


- Ha sido brutal -Alba sujetó la bandurria con una mano y estiró el puño para que Natalia lo chocara. 

- Bestial, rubia -le chocó los cinco y Alba apretó los labios, muy satisfecha por aquel saludo molón que había aprendido. Ya ni en el rubia reparaba. 


Terminaron el ensayo y cada mochuelo se fue a su olivo con la sensación del trabajo bien hecho y un comadreo cada vez más palpable en cada ocasión en que todas las tunantas se juntaban. Alba cogió el autobús y se despidió de sus amigas. Una vez en casa, sacó el tupper de crema de calabaza que había preparado para la cena, lo calentó en un cazo y se dispuso a cenar. 

Alba Reche no tenía televisión, por lo que le gustaba ponerse algo de música y comer mientras dejaba que su mente fluyera libre. Normalmente sus pensamientos iban dirigidos a las clases, al estudio, a los ensayos o a sobrevivir en un mundo hostil, pero, una vez que daban las nueve de la noche, todo aquello lo dejaba apagado hasta el día siguiente para tener unas horas que dedicarse a sí misma o a algo poco productivo que le apeteciera hacer. 

Ni siquiera tuvo un segundo la mente en blanco, Natalia Lacunza ya estaba incordiando por allí, igual que en la vida real. Tenía que admitir que se había equivocado mucho con ella, que la fama que le precedía no le hacía mucha justicia, a pesar de que mucha de esa fama de gilipollas se la hubiera puesto la propia Alba. Que fuera una ligona de discoteca le daba igual, no era ella, precisamente, la más indicada para hablar. Ya le había dejado claro en más de una ocasión que no era de las que engatusaban a las mujeres para llevarlas a la cama y no se aprendían ni su nombre, sino que era más bien ella la que resultaba herida en ese tipo de transacciones. Por lo poco que la empezaba a conocer, esto no le resultaba sorprendente: Natalia Lacunza, con todo ese aire de perdonavidas peligrosa era, contra todo pronóstico, una cursi empalagosa de mucho cuidado. 

TunantasWhere stories live. Discover now