Capítulo 21. Cara de seta.

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- Llevo el TFG de putísimo culo, tías -rezongó Julia, pasando el bonometro. 

- Y yo, quién me mandaría a mí hacerlo sobre la adaptación del discurso de Marcela en el Quijote a la actualidad, illo. 

- Martuka, es que a ti te va la marcha. ¿Y tú, Nat? -preguntó la Mari. 

- Yo fatal también -desvió la mirada hacia las vías del metro. 

- Vamos, que ya lo tienes terminado, maldita empollona de mierda. 

- ¡No, qué va! Aún me faltan las conclusiones -dijo en voz tan baja que no le hubiera escuchado ni el botón de su camisa. 

- Vamos, dos páginas te quedan y estamos en marzo. La madre que me parió. 

- Me gusta mucho la carrera, Mari. ¿Qué le hago? -se excusó. 

- Ponte a vender libros intensos de poesía de una vez y deja de ser tan angustiosamente perfecta, me minas la moral. 

- Ya te queda poquito para soportarme -le guiñó un ojo y, al mirar un poco más allá, vio a la rubia girarse corriendo para que no descubriera que la estaba mirando. Automáticamente, una sonrisa se le hizo grande en la cara. 

- ¿Vas a hacer el máster aquí? -le preguntó Marta. 

- Pues sí, seguramente -entró al vagón y el metro se puso en marcha con un pequeño tirón. 


Alba, unos metros más allá, se apretó las correas de la mochila y se colocó de lado para no perderlas de vista por, si decidían acercarse a ella, estar preparada. Tenía mucha experiencia en eso de huir de los abusones y, aunque no creía que las poetas fueran ya a hacerle nada de eso, lo tenía tan integrado en su cerebro que le salía solo. 

Aprovechó que se subía las gafas y, con ello, se tapaba media cara, para observar mejor a las filólogas. Mantenía la cara dirigida al frente y solo movía los ojos hacia el lado en el que estaban para que no se dieran cuenta de que las estaba mirando. Parecían prácticamente inofensivas, riendo y tocándose un montón entre ellas con gestos de cariño y de fraternidad. Se pasaban los brazos por los hombros, se recostaban unas sobre las otras para ver algo en el móvil e, incluso, se daban dos besos al despedirse. ¡Pero si se iban a ver al día siguiente en clase! 

Antes de darse cuenta siquiera, la Mari, la última en bajarse, se despidió de ella con un gesto de la mano dejando sola a Lacunza. La había pillado de lleno. Se ruborizó y, cuando fue a bajar la vista al suelo, tropezó con la sonrisa de Natalia, que tenía los auriculares en la mano para ponérselos, pero cambió de opinión, empezando a caminar hacia ella. 


- Ey, Reche, buenos días. 

- Buenas tardes, Lacunza. 

- ¿Qué tal el día entre integrales y tangentes? 

- Pues muy... muy contenta, este cuatrimestre tengo una... una asignatura que se llama Astronomía y geodesia que es... que es apasionante -dijo con ilusión. 

- La chica incógnita y su obsesión con las estrellas -sonrió con tanta ternura que Alba se sonrojó. 

- ¿No te parece muy... muy interesante? -le preguntó, volviendo a apretarse las correas de la mochila para tener las manos ocupadas en algo. 

- Yo creo que, si me lo cuentas tú, me parecería interesante hasta la teoría de cuerdas. 

- ¿LA CONOCES? 


Se detuvieron en la primera parada de las dos que compartían y Natalia tuvo que hacer un gran esfuerzo para no comérsela allí mismo. Alba Reche era una estirada, pero le brillaban los ojitos cuando hablaba de las cosas que le gustaban. 

TunantasWhere stories live. Discover now