Capítulo 14. La chica incógnita.

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Se estaba empezando a liar y Natalia, junto a Sabela e Ici, no podía más de la risa que le estaba dando el espectáculo bochornoso que estaba teniendo lugar frente a ella. África, con sus gafas de pasta, su chándal de abuela que va a aerobic y su coleta desprólija, estaba dejando a la Mari a la altura del betún en los asuntos del perreo. El culo hasta abajo y el ventolín hasta arriba. La pobre tenía que dar una aspiración al medicamento para el asma cada par de canciones, poco acostumbrada al ejercicio físico.

La poeta se sujetaba la tripa del dolor. Estaba a punto de ahogarse de ver a la Mari con la cara desencajada, sin apenas moverse, observando el panorama. Mucho menos reaccionó cuando Julia se unió a ella, empatando en sus habilidades con la científica. Pero la balanza quedó definitivamente desequilibrada cuando Alba Reche, con ese chándal granate, cuyo diseñador Natalia estaba decidida a encontrar para enviarle una nota de agradecimiento, se puso a mover aquel atributo supremo que la genética le había dado. En esa ocasión fue Natalia la que sintió su mandíbula tocar el césped, y tuvo que ser Sabela quien le hiciera reaccionar.


- Lacun, hermana, menudo viaje te has dado -rió, dando una calada al porro que, de tan grande como era, la gallega parecía más la sota de bastos que otra cosa.

- ¿Habéis visto eso? -señaló a las frikis-no-tan-frikis.

- Joder con las mosquitas muertas -murmuró Ici, tomando el porro y dando una calada-. ¿Quieres?

- Qué va, hoy paso, la realidad ya es lo suficientemente estimulante -rió entre dientes, un poco afectada por el gintonic que se acababa de beber.

- Mejor con la rubia, ¿no? -le preguntó Sabela.

- Mucho mejor, vamos avanzando. Lento, pero seguro.

- Fue un detalle fetén pedirme que hablara con ella -levantó el puño cerrado en señal de respeto.

- ¿Cómo? -preguntó Ici, pasando el porro a la gallega de nuevo.

- Nada -Natalia le echó a la filósofa una mirada de advertencia que no se le escapó a la del pelo rosa.


Las chicas dieron la batalla de baile por terminada y se tiraron al césped para descansar, poniendo una lista más tranquila para la sobremesa. No tardó el piojo atómico en acercarse a Natalia para reclamar un nuevo mojito.


- Me muero de sed -dijo sacando la lengua como un perrito una vez dentro de la cocina.

- Muy gráfico, Reche. ¿Las demás quieren?

- Qué va, ellas son unas lentas -se hizo la chulita, subiéndose las gafas y mirando por la ventana.

- Y tú eres una rompetarimas.

- ¿Rompetarimas?

- Sí, las tarimas de los garitos -comentó mientras aplastaba los ingredientes en el fondo del vaso.

- ¿Donde se sube la gente a bailar?

- Exacto. ¿Nunca has salido de fiesta? -la mirada que le echó la Reche le hizo temblar las rodillas.

- Por supuesto que sí -dijo cruzándose de brazos-, pero jamás se... se me ocurriría subirme a la tarima esa.

- ¿Por qué? Bailas muy bien.

- Porque me da vergüenza que me vean ahí encima -se ruborizó y se subió las gafas. Natalia añadió el hielo al mejunje.

- Pues es una pena -murmuró, concentrada en lo que andaba haciendo.

TunantasWhere stories live. Discover now