Capítulo 40. El buscador de Google.

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Estaban todas en la cola para embarcar con sus billetes sudados de la emoción en las manos. Unas daban saltitos en el sitio, otras chillaban controladamente bajo las miradas de sopor de Noemí y otras se hacían las superadas, como si el viaje no fuera lo mejor que les había pasado en toda la maldita carrera.

Nombraron su vuelo y fueron entrando tranquilamente y tomando asiento en sus respectivas butacas. Natalia transpiraba de nervios y tragaba en seco mientras miraba por la ventanilla cómo los aviones despegaban y se mantenían en precario equilibrio en el aire. Soltó un gemido de inquietud.


- Nat, ¿estás bien? -le preguntó una Alba muy preocupada, sentada a su lado.

- No me gusta volar -dijo de carrerilla, apretando los dientes.

- Oye, mírame -la cogió de la cara y abrió sus ojos para que se refugiara en ellos-, respira conmigo, ¿ves? No pasa nada.

- Si... está... todo... bien -siguió las respiraciones de Alba-, es que... pfff... Está muy alto allí arriba, Albi.

- ¡PASAJEROS, ABROCHENSE LOS CINTURONES! -avisó una voz metálica por los altavoces.


Natalia cogió su cinturón, lo abrochó a toda prisa y lo apretó hasta el punto en el que empezó a sentir un hormigueo en las piernas por la falta de riego sanguíneo. Alba se inclinó a su lado, se lo aflojó un poco y le cogió la mano para que sintiera su calor.


- ¿No te da miedo la máquina de la muerte y te da miedo el avión? -intentó bromear la científica.

- ¡¿ES QUE A TI NO TE DA MIEDO PONERTE A SURCAR LOS CIELOS EN UN PÁJARO DE HIERRO QUE PESA COMO UN MUERTO?!

- ¡NO DESABROCHEN SUS CINTURONES, APAGUEN SUS DISPOSITIVOS ELECTRÓNICOS Y NO SE MUEVAN DE SUS ASIENTOS HASTA QUE LO INDIQUEN LAS SEÑALES! -de nuevo la voz.

- ¡Y AHORA UNA SEÑORA SE PONE A BAILAR LOS PAJARITOS AHÍ DELANTE DE TODO EL PUTO MUNDO! ¡UN POCO DE SERIEDAD, POR FAVOR! -algunas personas se giraron sonrientes en sus asientos, aunque la azafata la hubiera querido matar con la mirada.

- Natalia, baja la voz -dijo Alba entre risas-. Es una azafata y está explicando dónde están las salidas de emergencia y todo eso. Tú en eso has tenido suerte -le dijo al oído.

- ¿Por qué? -su tono ronco le había distraído lo suficiente como para dejar de aferrarse a los reposabrazos como si fuera el último hilo que la atara a la vida.

- Porque tienes una salida justo a tu lado -le dijo con la sonrisa traviesa de quien ha bromeado dos o tres veces en toda su vida.

- ¿Has hecho un chiste sobre lo salida que estás? -se sorprendió, mucho más relajada.

- Para que luego digan que no tengo sentido del humor -comentó, muy chulita.

- ¡Pero si la que lo dice eres tú! -el avión se puso en marcha, pero Natalia, de espaldas a la ventanilla, con toda su atención puesta en Alba, no lo notó.

- Bueno, vale, tengo un poco. La verdad es que mis amigas no eran mucho de bromas, pero al ser más amiga vuestra, que estáis todo el rato haciendo chistes, pues estoy aprendiendo eso de los dobles sentidos.

- Eres TAN mona, Alba Reche -de repente, un giro brusco del avión puso de nuevo a la poeta en tensión-. ¡ALBA, ALBA, QUE NOS MOVEMOS, QUE NOS MOVEMOS!

- ¡Nat, deja de mirar por la ventanilla y mírame a mí! -cerró la cortina de un golpe-. Es más fácil que te caiga una maceta en la cabeza por la calle y te mate que el hecho de que se caiga un avión.

TunantasWhere stories live. Discover now