Capítulo 44. Estoy aquí.

32.5K 1.4K 1.4K
                                    

Natalia tenía el labio de Alba entre los dientes mientras se subía a trompicones un pantalón decente que no fuera el del pijama para acudir presentable a la maldita competición de la estúpida tuna. 


- Nat... mmmm... me lo vas a arrancar si sigues dando saltitos. 

- Tenemos mucho tiempo que recuperar -dijo como pudo, terminando de subirse la cremallera de la bragueta, sin soltarla ni un segundo. 


Aprovechó la libertad de sus manos para rodearla con los brazos, pegar todo su cuerpo al de ella y besarla con más profundidad. Alba la empujó con su cuerpito minúsculo, pero decidido, contra la cómoda de la habitación, haciendo que se tambalearan los frascos de colonia que había encima. A Natalia no pareció importarle demasiado aquel golpe que digamos, y bajó las manos hasta el culo de la rubia, que le estaba llamando a voces desde hacía demasiado tiempo. La científica se separó y la miró con los ojos entornados, poniendo las manos en su pecho para apartarse definitivamente de ella. 


- Llevamos tres noches durmiendo aquí, juntas, y has estado poniendo almohadas como barrera. Seguro que puedes aguantar un poco más -le guiñó un ojo a la vez que se giraba para encaminarse hasta la puerta. 

- Pero Albi, eso solo fue la primera noche -se quejó, lastimera, cerrando la habitación a su espalda y correteando tras ella. 

- Albóndigas -dijo, de repente. 

- ¿Qué? 

- Nada, que tengo que pensar en cosas poco excitantes para descender los niveles insoportables de libido que tengo ahora mismo recorriendo mi sistema. 

- Vamos, que estás más cachonda que una mona. 

- Los monos no son los animales más activamente sexuales del planeta, Nat -le explicó como si fuera la enciclopedia Encarta, mirándola de lado-. De hecho, son los leones, capaces de copular más de cien veces con la misma hembra en un solo día. 

- Mentira -Alba la miró casi como si se sintiera insultada. Se detuvo en mitad del pasillo y pulsó el botón del ascensor. 

- ¿Dudas de mis afirmaciones? 

- No, no, claro que no, pero... ¿Cien veces? 

- Incluso más. Por eso se dice que alguien es un león en la cama. 

- O una leona -agitó las cejas con picardía. 

- O una leona. 


Entraron al ascensor, vacío, pues las tunantas de todo el hotel debían estar ya en sus respectivos camerinos, cambiándose. Iban de culo, pero eso no impidió a Natalia acercase sibilinamente a Alba, elevarle el mentón con los dedos y saborearle los labios como si fueran el manjar más exquisito del mundo. 


- Esto, para el camino -sonrió en grande y salió del ascensor con un caminar saltarín y feliz, cogiéndola de la mano y tirando de ella-. Albi, mueve ese culazo divino, porque como lleguemos tarde Noe si que nos va a bajar la libido, pero para un mes. 

- ¡Mierda, Nat, vamos tardísimo! -se miró el reloj y echó a correr sin soltar la mano de Natalia, que sudaba de nervios, de tensión, de amor, de emoción y de ganas de desaparecer con la rubia a cualquier lugar en el que pudieran estar a solas. 


Atravesaron las puertas que daban al pasillo de los camerinos, buscaron el suyo y, cuando lo encontraron, entraron las dos a la vez, quedándose un segundo las dos atascadas en el marco de la puerta y entrando de golpe y atropelladamente, llamando la atención de toda la metatuna. 

TunantasWhere stories live. Discover now