Capítulo 26. Empieza el baile.

17.9K 1.2K 1.5K
                                    

El teléfono de Alba Reche empezó a sonar, haciendo que parpadeara unas cuantas veces, se subiera las gafas, que estaban a punto de caer, y se diera cuenta de que seguía en mitad del mismo andén de hacía diez minutos. 

¡¿QUÉ?! 

Sacó el móvil del bolsillo y lo descolgó sin mirar siquiera quién llamaba. 


- Hola, hija, ¿cómo estás? 

- Hola, mamá... -susurró-. Bien... bien. 

- ¿Tú te acuerdas de qué color era el pijama que le regalamos a la prima por Navidad? Es que, como es su cumpleaños... 

- Granate. 

- He visto un albornoz y unas zapatillas MONÍSIMAS -dijo la Rafi emocionada-, y como se va a independizar... 

- Era granate -repitió como una autómata. 

- Ya sabes, para que tenga todo a juego, aunque a la juventud eso... 

- Granate era. 

- Que sí, hija, que ya me he enterado. ¿Estás bien? 

- Sí, estoy de puta madre. 

- ¡¿Pero ese vocabulario?! 

- Perdón, mamá. Tengo que colgar. Adiós. 


Lentamente introdujo el teléfono de vuelta en su bolsillo y se obligó a caminar hacia la salida. No cayó ni en la cuenta de sacar los auriculares, simplemente iba colocando un pie detrás del otro provocando su movimiento, dejando que fueran sus pasos los que la condujeran a donde les diera la gana. En su mente, una tormenta. 

Repasaba las palabras que había utilizado Natalia, sus expresiones faciales, su lenguaje corporal, esperando encontrar una prueba de que estaba bromeando. No la encontró, pero eso no podía ser, tenía que ser una gracia de esas suyas que nunca terminaba de entender. No había otra explicación, era imposible que estuviera hablando en serio. 

Ella sabía que gustaba a algunas mujeres, e incluso a muchos hombres, no era estúpida ni negaba el hecho de que era atractiva. No estaba al nivel de modelo de Natalia Lacunza, pero tenía su público, un público entregado, por cierto. La deseaban, y había llegado a gustarle a algunas personas que querían de ella más de lo que les podía dar, terminando de esa manera con sus superfluas relaciones. Pero Natalia le había dicho que no quería entrar en su cuadrante. Entonces, ¿qué demonios quería? 

Tropezó con una papelera y la rodeó sin cambiar un ápice su gesto. Sorpresivamente, había llegado a su calle sin darse cuenta. Abrió el portal y empujó la pesada puerta. 

Quería darle un beso en su portal después de una cita... ¡De una cita! ¿Una cita para qué? No quería acostarse con ella, pero sí besarla, salir a cenar... ¿Con qué fin? No entendía nada, ella había visto en las películas que el objetivo de las citas era copular y establecer una relación romántica después de un tiempo prudencial. Entonces... si no quería copular... ¿Quería la parte de la relación? 

Soltó una carcajada que retumbó en el rellano de su piso. ¿Una relación sentimental? Uf, puras lágrimas le caían por las mejillas solo de pensarlo. Ni ella era una chica que gustara de esos menesteres, ni Natalia alguien que fuera a desear eso de ella. Eran de estratos completamente diferentes. No, seguro que había entendido mal, no había un solo motivo por el que Natalia Lacunza quisiera cambiar el paradigma de su relación para llevarla a la intimidad romántica. Eran opuestas, por el amor de dios, pertenecían a mundos diferentes, se habían odiado a muerte hasta hacía un par de meses y ella podría conseguir a quien le diera la gana. ¿Por qué ella? 

TunantasWhere stories live. Discover now