Capítulo 35. Puta de huerta.

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Turnedo empezó a sonar en los auriculares de una Natalia que deambulaba por las calles de Madrid. Desde aquí desde mi casa veo la playa vacía, ya lo estaba hace unos días, ahora está llena de lluvia. 

De repente, su caminar resignado se convirtió en un videoclip, en una escena de peli mala de domingo por la tarde: empezó a llover melancólicamente. El día había amanecido luminoso y sin un resquicio oscuro en el horizonte, pero las nubes se habían ido formando al tiempo que se le iba rompiendo la ilusión, y ya dudaba de que la tormenta estuviera sucediendo en la ciudad o únicamente sobre su cabeza. ¿Se puede saber qué esperas? Que te mire y que te seque, que te vea y que me quede tomando la luna juntos. 

Ella, en lugar de guarecerse bajo la ristra de balcones del edificio a su lado, se quedó allí, en medio de la acera, dejándose mojar por la lluvia inesperada y triste de abril. Las gotas empaparon su pelo y perlaron su rostro todo, camuflándose de manera que cualquiera las hubiera confundido con lágrimas. Pero no lo eran. Y la playa llora y llora y desde mi casa grito que aunque pienso en abrazarte, que aunque pienso en ir contigo el doctor me recomienda que no me quite mi abrigo, que no esté ya más contigo. 

Se detuvo, con las manos metidas en los bolsillos, y se miró en el reflejo gris de un escaparate. Suspiró al verse allí tan sola, tan tonta, tan ingenua. Le costaría dejar de tratar a su rubia como su rubia, trazar una línea casi invisible pero firme que las mantuviera a la distancia correcta, pero tenía que conseguirlo, por el bien de ambas. Yo no puedo aconsejarte, ya es muy duro lo que llevo. Dejemos que corra el aire y digámonos adiós. 

Allí parada, con la lluvia inundándole el cuerpo entero y su alma parte a parte, fue deshaciéndose de todas las ideas imaginadas, las escenas futuras y felices que se habían formado en su cerebro, con su permiso a veces y sin él la mayoría. Ya no iban a tener lugar. Aunque siga suspirando por algo que no era cierto, me lo dicen en los bares: es algo que llevas dentro. 

Negó con la cabeza y se sonrió con amargura, comprendiendo, al fin, que con el amor de una sola de las partes no era suficiente para las dos si la otra ni siquiera creía en él. Que no dejas que te quieran, solo quieres que te abracen y publicas que no tuve ni valor para quedarme. 

Sintió una vibración en su bolsillo. Estaba anocheciendo. Un mensaje de Alba Reche esperando ser leído y la pantalla llorando las lágrimas de lluvia que ella no iba a llorar. Yo rompí todas tus fotos, tu no dejas de llamarme. ¿Quién no tiene valor para marcharse? 

Volvió a guardarlo sin abrirlo y continuó su paseo de vuelta a casa, preparándose para lo que fuera a venir, para la relación incomprensible que la rubia y ella habían tejido hecha a base de cosas que no solo eran amistad. Irse y quedarse a la vez iba a ser todo un reto para ella, para ambas. ¿Quién prefiere quedarse y aguantar? ¿Marcharse y aguantar? 



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*Nat Pibonacci*

Sí, me ha pillado la tormenta de lleno

Tú ya estás en casa?

*Alba*

Hace mucho rato

TunantasWhere stories live. Discover now