Capítulo 15. Quesito Philadelphia.

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Después de cenar, las que no habían bebido decidieron volver a la ciudad, llevando con ellas a todas las que pudieron pues, aunque la casa era grande, no podía albergar a treinta muchachitas para dormir. Si fuera verano, otro gallo hubiera cantado, pero con la noche fresca de febrero lo mejor era que cada mochuelo se fuera a su olivo y, las que no se encontraban en condiciones para conducir, se repartieran entre camas y sofás.

Amaneció el día resacoso, entre ojeras y caras pálidas.


- Ayer todo eran risas -murmuró la Mari, tirándose en una hamaca del porche, donde iban apareciendo las muertas vivientes.

- Shhhh -pidió silencio Noe, con los ojos cerrados.

- ¡Te voy a matar! -se escuchó a la Reche en el interior de la casa.


Natalia pasó como una exhalación junto a Marta, riendo como hienas con un bote de espuma de afeitar en la mano. Apenas unos segundos después, Alba salía con la cara llena de espuma, el pelo como un nido de pájaros y en bragas. Intentó alcanzar a las poetas, que corrían alrededor de la piscina huyendo de ella. Parecía que la paz entre ellas había durado lo mismo que el pacto de los mojitos.


- ¡Vamos, Reche, eres mucho más divertida con una botella de orujo entre pecho y espalda! -se burló Natalia.

- ¡Eres gilipollas! -hizo un quiebro inesperado, provocando que las filólogas chocaran entre ellas al girarse y por poco cayeran sobre la lona de la piscina.

- ¡Somos! -carcajeó Marta, soltando un gallo.


Cuando Alba se cansó de dar vueltas, las miró con su peor cara, sobre todo a la imbécil de Lacunza, y fue dando pisotones de vuelta a la casa. La camiseta larga que llevaba se le había subido con las carreras, por lo que recibió unos cuantos silbidos de las poetas cuando pasó a su lado y una mirada embobada de parte de su líder.


- Joder con la Reche, menudo culamen se gasta -bufó la Mari.

- Y menudo humor de perros -añadió Natalia, sentándose junto a ella.

- ¿No podéis estar en paz ni veinticuatro horas? -preguntó África en medio de un bostezo.

- Es nuestro rollo. 

- Un día la dejas ganar al poker, y al siguiente todo vuelve a la normalidad -soltó Sabela, un poco cansada de la actitud de la morena.

- ¡¿Que la dejaste ganar?!

- Julia, por favor te lo pido, baja la voz -pidió Noe en un susurro.

- A ver, no quería que terminara como esta de aquí -le dio un golpecito a Ici, que después de doce horas de sueño reparador, tenía mejor cara que las demás.

- No te reconozco -negó la Mari con la cabeza, con una mueca de decepción en la cara.

- No tenía ganas de hacer de niñera, no es tan profundo -se encogió de hombros con indiferencia.


Sabela la miró de lado, pero decidió dejarla mantener su teatrillo con la Reche, al menos de momento. Se había dado cuenta de que tenían más en común de lo que ellas pensaban, y que esa enemistad de años se debía más que nada al hecho de que apenas se conocían. Enemistad, por cierto, que estaba empezando a tambalearse desde que habían decretado el alto el fuego y habían hablado como seres humanos racionales.

TunantasWhere stories live. Discover now