Capítulo 9. Friki, devoradora de vaginas y adorable.

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*Piojo atómico*

Oye, Lacunza, me ha llamado Noemí para que, antes del fin de semana, le enviemos el repertorio

*Natalia*

Es viernes

*Piojo atómico*

Me alegro de que, en tres años y medio de carrera, hayas aprendido los días de la semana

Seguro que tu mamá está muy orgullosa de ti

*Natalia*

Ahora dilo sin tartamudear

*Piojo atómico*

NO ESTOY TARTAMUDEANDO

*Natalia*

Me gustaría verte, a ver si es verdad

*Piojo atómico*

Bueno, el repertorio

Yo esta tarde tengo ensayo con mi tuna y tú alguna fiesta donde perder unas cuantas neuronas más

*Natalia*

Y qué estás haciendo ahora? 


La morena, que acababa de salir de una clase, se miró el reloj. Las dos de la tarde. Tenía más hambre que el primero que se comió un brócoli. 


*Piojo atómico*

Estoy en la biblioteca de mi facultad hasta la hora del ensayo

*Natalia*

Pues en media hora estoy ahí y lo vemos en un momento


Ni siquiera esperó a que la rubia contestase. Se fue directa hacia territorio enemigo: la facultad de Ciencias Matemáticas. Solo había estado por los alrededores, gastándoles bromas a las repelentes de las científicas. Cuando divisó el tejado del aparcamiento donde se subieron para aquella magnífica serenata titulada "La frikibanda te va a fraccionar", sonrió con nostalgia. La verdad era que iba a echar aquello de menos cuando terminara el curso. 

Se adentró en el edificio y no le extrañó la pulcritud del lugar. Las clases de la mañana habían terminado y allí no había ni un alma y los pocos que quedaban hablaban en voz muy baja. Había algunas maquetas de ADN, tablas periódicas por las paredes y caras en blanco y negro de señores barbudos con cara de ecuación. Siniestro

Lo atravesó de punta a punta, sintiendo las miradas de cualquiera con quien se cruzara. Su ego se inflamó como un globo: aquella gente no estaba acostumbrada a tener a la chica más popular de la universidad pululando por sus dominios. Estuvo a punto de ir por una fregona para recoger las babas, y por poco no suelta alguna indirecta ante sus caras al mirarla tan gallarda y despreocupada por sus lares, pero prefirió dejarlo estar: no quería ser la responsable de algún ataque de asma o de pánico. 

Después de investigar un poco por la zona y ubicar la biblioteca, fue derecha a la cafetería para comer algo antes de unirse a la pesada de la Reche. Tenía ganas de comprobar la calidad de su menú, era una disfrutona del arte del comer y podría hacer un ranking de las mejores comidas de casi todas las facultades de la Complutense. Le faltaba la de Matemáticas por obvias razones. 

Las científicas eran una frikis, pero nunca había querido arriesgarse a entrar en territorio comanche sola. Seguro que allí la frikibanda se crecía y el resto de sus perturbadores compañeros las respaldaban, siendo como eran las heroínas del lugar por plantarles cara a las diosas de filología. 

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