Capítulo 27. Los humanos copulan de frente.

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- Estoy ya hasta el chumi del temita del TFG, siempre hablando de lo mismo -bufó Julia, sujetándose a la barra del metro para no caer. 

- A mí se me están haciendo cuesta arriba las puñeteras conclusiones. No me centro. 

- ¿Tú cómo lo llevas, Alba? -le preguntó Marta para incluirla en la conversación. 

- Pues lo... lo llevo bastante bien... Lo empecé el otro día y... y espero terminarlo antes de irnos a la competición -se subió las gafas y cogió aire. Uf, había hablado un montón. 

- ¿En un mes? Mis respetos, chica incógnita -dijo la Mari con una mueca admirada. 

- Pues yo no sé qué coño más hacer para darle un empujón. 

- Nat, tía, eres una agonías. Te quedan, qué, ¿dos páginas? Yo solo he puesto mi nombre. 

- Madre mía, Juls, hasta yo lo llevo más avanzado -rió Marta. 


Siguieron metiéndose con la gaditana hasta que, como cada día, la jefa de las poetas y la de las científicas se quedaron solas. Se sonrieron tímidas, sin saber muy bien cómo continuar con su relación después de la conversación de día anterior. Natalia quería normalizar, por su propio bien más que por el de la rubia, que parecía inmune a los últimos acontecimientos. Alba quería justo lo mismo, pero, aunque no lo pareciera, seguía un poco nerviosa por el cambio casi invisible que había sucedido entre ellas. 


- Si no te concentras... Puedes venir mañana a la biblioteca conmigo antes del ensayo -le propuso, dispuesta a hacer como si nada de los últimos días hubiera pasado. 

- No sé... -se hizo la interesante, acariciándose la barbilla para esconder su sonrisa de dos pisos. 

- Siempre dices que te encanta mi biblioteca -la animó. Tener a Natalia cerca de ella le gustaba, eso tenía que reconocerlo. 

- Y lo hace. Entonces... la biblioteca... tú y yo... ¿eso significa que...? -levantó las cejas sugerentemente. 

- No es una cita -dijo muy seria. 

- ¡Mecachis! -se quejó con un gesto teatral que hizo reír a la rubia, que se tranquilizaba mucho cuando veía que se tomaba así de bien sus negativas. 

- Bueno, me voy. ¿Mañana a las cinco te parece bien? 

- Me parece, pero podemos quedar por whatsapp luego, por si nos surge algo -y así tengo excusa para hablar un ratito contigo por la noche, JA

- Está bien. Hasta mañana. 

- Hasta mañana, rubia. 


Alba se marchó muy contenta. Normalmente, cuando una chica le confesaba que empezaba a sentir cosas por ella y la rubia rechazaba esos sentimientos, la muchacha en cuestión decidía alejarse por supervivencia. No le molestaba en exceso, excepto cuando tenían una estupenda química en la cama. Sin embargo, pensar que Natalia fuera a hacer lo mismo que las demás, no le gustaba en absoluto. No tenía con ella una relación física, sino que habían empezado a ahondar la una en la personalidad de la otra, a conocerse de una manera nueva para ella. No había en su círculo nadie ni remotamente parecida a Lacunza, todas eran de su entorno académico, de ocio o familiar. Natalia era de la rama opuesta a la que ella estudiaba, no compartía ni uno solo de sus hobbys y, evidentemente, no formaba parte de su familia. Suponía, por lo tanto, una manera totalmente nueva para ella de relacionarse. 

Eso le hacía pensar que tenía que haber algo que las conectara, además de la tuna, porque lo cierto era que, cuando compartían tiempo juntas, nunca hablaban sobre ella. Se pasó todo el día dándole vueltas, sin encontrar una explicación plausible. 

TunantasWhere stories live. Discover now