Capítulo 46. Supergustar.

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- Nat, para. 

- El ensayo más largo de mi vida -sonrió con suficiencia, bajando la mano aún más hacia su culo. 

- Natalia, por favor, que hemos estado fornicando hace apenas una hora... -se subió las gafas la rubia, enredándose con la correa de su bandurria en el proceso. 

- Es que... -se quejó, poniendo un puchero y separando la mano de la zona problemática. 

- Natalia Lacunza, concéntrate. Esta noche puede ser todo lo larga que tú quieras. 

- Me vas a matar -se mordió el labio-. Muerte por cachondez. Compro. 

- Y se suponía que tú eras la sentimental de las dos -rodó los ojos la científica, muy orgullosa de su poder ante la gran Lacunza. 

- Y lo soy. Pero no quiero asustarte con todas estas cosas que estoy sintiendo. 

- ¿Qué cosas? -se giró de golpe hacia ella, muy interesada. 

- Cosas para las que aún no estás preparada, car... Carmaikel -Natalia abrió los ojos de golpe, asustada por lo que había estado a punto de decir. 

- ¿Carmaikel? 

- ¿Te gusta como apodo cariñoso? -preguntó como quien no quiere la cosa, intentando desviar la atención de ese momento incómodo que ella era la única que estaba viviendo. 

- Es un nombre anglosajón de persona, no le veo mucho sentido. 

- Así surgen los apodos, Albi, de una conversación tonta. Además, así nadie sabrá lo que quiero decir cuando te diga Carmaikel. Será como un secreto entre las dos. 

- Me gusta mucho esto de que sea secreto -puso su mirada sensual que, tras las gafas, le daba un matiz tierno-. Es excitante. 

- ¿Te avergüenzas de mí? -elevó una ceja. 

- Es imposible avergonzarse de tener una pseudorrelación con Natalia Lacunza. 

- Pero eres de ciencias y yo filóloga. ¿Qué van a decir tus compañeros de universidad si se enteran de que estás conmigo? Vas a ser la mofa de la facultad. 

- Uh, es verdad -frunció el ceño y se acarició la barbilla, consciente de la problemática de haber estado años despotricando sobre las poetas y ahora encontrarse enredada con una de ellas, y no cualquiera, sino con su líder-. Bueno, es algo que meditaré en profundidad cuando sea necesario, de momento es algo en lo que no tengo que pensar. 

- Ahora solo tienes que pensar en ti, en mí y en la ducha número veinte -agitó las cejas, ruborizando a Alba hasta su máximo exponente. 


Unos metros más allá, Afri e Ici se reían tímidamente de alguna tontería que había dicho la otra. 


- Eres muy payasa, Ici. 

- Y tú estás muy guapa con ese peto vaquero. 

- Me lo regaló mi abuela en Navidad -se sonrojó, coqueta. 

- Pues le dices a tu abuela que tiene un ojo increíble. 

- Deja de decirme esas cosas, la gente se va a dar cuenta. 

- ¿De qué? ¿De que me gustas? Si quieres lo grito a los cuatro vientos, Afri. ¡Que sepáis que...!

- ¡SHHHHHHHHH! -tiró de su brazo e hizo que se agachara entre risas-. ¿Te puedes callar? 

- Estoy tan contenta que me la suda todo, quiero poder besarte cuando me apetezca -estiró el cuello pero solo alcanzó la mejilla de Afri, que reía como una colegiala alborotada. 

TunantasWhere stories live. Discover now