Capítulo 56. La descompensación de los arbustos.

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- ¿Qué haces despierta tan temprano? -preguntó Natalia, de repente helada al no tener el calor del cuerpo de Alba junto al suyo. 


Levantó la cabeza de la almohada para ver cómo la rubia se quitaba la camiseta que había utilizado de pijama, se ponía las gafas y, con una mirada lujuriosa, se marchaba de la habitación entre movimientos sensuales de cadera. La morena volvió a dejarse caer y sonrió en grande. Alba Reche era la mujer perfecta para ella. Entre las sábanas, se desnudó y esperó pacientemente a la científica, que volvió unos minutos después únicamente vestida con unas braguitas de Wonder Woman y las gafas rosas de pasta. 


- Buenos días, poeta -saludó, con su voz ronca. 

- Mmmmm, puedes llamarme poeta toda la vida -puso las manos tras su nuca y se deleitó con las increíbles vistas de la rubia, que se quitaba las gafas y las dejaba de nuevo en la mesita-. ¿Por qué has puesto el despertador a las seis de la mañana. 

- Porque quería irme a la universidad con la serotonina en su nivel más alto -se subió a la cama y luego al cuerpo de Natalia, que sonreía, encantada. 

- ¿Eso significa que...? 

- Que me apetece fornicar contigo -fue dejando besos húmedos por su cuello-. Si a ti te apetece, claro. 

- ¿Soy una enferma si me pone burrísima que digas "fornicar"?

- Es una palabra muy precisa, quizá es por eso, poeta -paladeó la palabra, y notó en el calor de Natalia que eso le había gustado. 

- Ufff, dios, cómo me gustas y cómo me pones... -sacó las manos de su nuca y las afianzó en la cadera de la rubia, incitándola a moverse sobre ella. 

- ¿Cómo te gusto y cómo te pongo? -le preguntó, en un tono tan insinuante que sabía que no tenía nada que ver con la dificultad de la científica para pillar los dobles sentidos. 

- Me gustas como para presentarte a mi familia, y me pones más caliente que el cerrojo del infierno. 

- Eso es un montón, ¿no? -lamió sus clavículas y las mordió, deseando bajar la expedición hacia el sur de la anatomía de Natalia. 

- Espera, que estás pillando la sábana -con un golpe en sus muslos, la morena hizo que se levantara, por lo que Alba se colocó de pie, con su largo cuerpo tumbado entre las piernas-. Veo lo mojada que estás desde aquí -estiró la mano y acarició la tela húmeda de las bragas de la rubia, que se mordió el labio desde su altura. 

- Ibas a quitar las sábanas -le recordó, soltando un gemido por los roces precisos de los dedos de Natalia. 

- Sí. Mira -Alba bajó los ojos y Natalia, como si fuera una ilusionista, tiró de la tela que la cubría, mostrando su absoluta desnudez y provocando un fallo en la respiración de Alba. 

- ¿Estabas preparada? 

- Nací preparada para ti, Carmaikel -observó cómo aquel apodo cariñoso la hizo temblar, excitada de golpe-. Esto sobra -tiró de la gomilla de las bragas y la rubia negó con la cabeza. 

- Prefiero que me las quites tú. 


Natalia se incorporó, quedando sentada frente a la dichosa Wonder Woman, que la miraba desde tan cerca con altanería. Introdujo los dedos en la tela y la fue deslizando piernas abajo, besando toda la piel por la que esta pasaba, dejándose el plato fuerte para el final. Las bragas volaron hacia el escritorio y Natalia, ansiosa de repente por la vista de los pliegues rosados y brillantes de deseo, puso las manos en su culo, lo apretó con ganas y se zambulló sin más preámbulos en la grieta de la rubia. La recorrió con la lengua gruesa, disfrutando del camino, recogiendo lo que era suyo, llenándose la boca de su sabor. 

TunantasWhere stories live. Discover now