Capítulo 45 "¿Casualidad o Destino?"

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Un infierno de llamas era lo que lo rodeaba, corria, tanto como sus fatigadas piernas se lo permitían bajo el impulso de unos pulmones llenos de humo, dónde respirar solo causaba ardor y tos, tos que le debilitaba. Su garganta estaba rasposa, gruñó de molestia mientras el calor aumentaba en derredor. Calor, tanto que le hacía sudar a marea, jadeó y cayó en una rodilla, su cuerpo pequeño no estaba listos para tanto maltrato.

Siguió corriendo con un impulso, desde el fondo, una poderosa determinación en sobrevivir. Un último esfuerzo, siguió corriendo, y corrió, con un par de lágrimas de impotencia, tristeza. Un árbol cayó justo a su lado, saltó para evitarlo, cayendo de bruces en un claro.

Alzó la mirada, enormes llamas rojizas venían por todos lados, estaba rodeado. No había escapatoria, un cielo envuelto en cenizas estaba sobre él, como un juez y jurado que le sentenciaban a muerte, siendo el vergudo las llamas. Golpeó con sus puños la tierra, gritó. Un sollozo, un grito lastimero de tristeza, de dolor. El saberse muerto, dejado a su suerte. Condenado.

-¡Ayuda!

Un grito desagarrador surgió de su garganta quemada por el ardiente humo. Vió sus manos, con manchas de carbón, con cortes y raspones. Con impotencia goleó de nuevo la tierra.

Las llamas se lanzaron sobre él. Esperó el poderoso e intenso dolor del fuego quemando y carbonizado su piel.

Pero no fué así. La temperatura descendió de tal calor insoportable a una temperatura ambiente. Abrió los ojos, sus manos ya no estaba raspadas, ni llenas de carbón. Limpias.

El sueño se volvía borroso.

Al alzar la mirada, se vió ahora en una especie de arena de combate. Miró a sus alrededores, podía ver grandes multitudes, les veía aplaudir, gritar, emocionados, eufóricos. Más no los podía oír. ¿No recordaba sus gritos?

Frente a él, pudo ver la figura de una niña, de cabello castaños con las puntas doradas. Está hizo una reverencia, como acto de respeto.
No sabía porqué, pero una intensa corriente de miedo, un miedo irracional, un miedo cobarde lo recorrió de pies a cabeza. Cuál ser cobarde sin ánimos de luchar o ser un guerrero.

Miró detrás de él. Vió a varias figuras en un podio. Una de ellas, con gran fuerza arrojó un par de bastones de madera, cayendo cada uno frente a ellos.

-¡Peleen!

No sabía porqué, pero aquella orden, aquella voz activó un miedo tan poderoso, como el miedo Primigenio obtenido de generación en generación por simple supervivencia ante depredadores. Aquel miedo que aseguraba la supervivencia de las razas.

Tomó entre sus manos débiles, aquel bastón de madera. No era un guerrero, no lo era, el no era alguien que tuviera dotes para el combate. Era un cobarde, un simple niño indefenso.

Aún así, ambos bastones chocaron, en un enfrentamiento de pocos minutos. Su defensa era pobre, nada comprada contra la técnica avanzada de Loreannis. En un punto que no logró evitar, un golpe en su rodilla, lo hizo de la misma, otro en su mano lo desarmó, dos golpes en ambos laterales, en sus costillas, un último golpe en su rostro.

Impactos que fueron como disparos contra él. No estaba acostumbrado al dolor. Tanto sir ese último impacto lo dejo fuera de combate. Lo último que sintió fue el pie de su contrincante en su nuca.

Despertó, en la misma arena, solo, tosió, soltando arena por la boca. Adolorido, elevó la mirada, una figura se acercaba a él. Alzó la mano, en señal de ayuda, más solo recibió una fuerte pisada en ella. Se retorció. Sintió como lo tomaban por el cuello.

El Cazador (Saga Angel De La Muerte, Libro #I)  Where stories live. Discover now