LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 4)

1.2K 86 5
                                    

—Se queda en su casa, don Rubén— dijo mamá subiendo las escaleras y encerrándose en su habitación.

—Mamita, no por favor, mami— supliqué, fue en vano.

Don Rubén me tomó con fuerza e hizo que me pusiera de pie, se acercó a mí cabello e inhaló fuerte, —hueles a fruta, es una lástima que le hallas dado a Kendhell lo mejor, pero aún estás rica— susurró en mi oído.

—¡Yo no le di nada, él me lo quitó a la fuerza, tal y como planea hacerlo usted ahora mismo— grité.

—Cállate niña que no fue poco lo que pagué por vos, buen dinero que le di a tu madre—

Se acercó a mí y me lanzó al sofá, yo lloraba, pero por más que intentaba no podía quitarme de encima a don Rubén, su cuerpo obseso y sudoroso estaba sobre mí, sus manos rasposas se deslizaban por mis piernas, el olor a sangre y sudor se impregnó en mí, abrió mis piernas con brusquedad, —no, por favor— supliqué, fue en vano, ya había entrado en mí con fuerza, don Rubén ya gemía y sus gotas de sudor caían encima de mí, lo arañé; lo golpeé, fue inútil.

Cerré los ojos; los cerré muy fuerte, empuñé mis manos, «Pues a sus ángeles mandará cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos, en las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra... por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré.» es un salmo de protección, tiene que protegerme pensaba, mientras repetía una y otra vez en mi mente esas partes del salmo 91, pero no apareció ni un solo ágel para salvarme.

Don Rubén había depositado en mis entrañas su sə-mēn, sacó de mí su asqueroso sexo, yo temblaba, lloraba, —buena niña— dijo, besado mi frente y saliendo de casa.

Lloré, lloré desconsoladamente, subí las escaleras, me metí a la regadera, me sentía sucia, ¡terriblemente sucia! Tomé la esponja de baño y froté fuerte, muy fuerte cada parte de mi cuerpo; sentía ese olor impregnado en mí, salí de la ducha, me puse pijama, corrí hacía el cuarto de mamá, toqué a la puerta...

—Mamita, déjame dormir con vos, tengo miedo—

—Déjame en paz Larislava, sos una pecadora, insitas a los hombres a pecar, ¡estás sucia, me das asco— gritó al otro lado de la puerta.

—Mamita, ya no estoy sucia; y me bañé, déjame quedarme con vos, tengo miedo—

Vi por la rendija de la puerta como se apagó la luz, me hice un ovillo afuera, frente a la puerta, me abracé a mí, imaginando que era mamá cantándome esas canciones de cuna que solía cantarme cuando era más chica.

Desperté al día siguiente con los gritos de mamá, que estaba notablemente molesta al encontrarme dormida frente a su puerta, me levanté corriendo, me cambié, bajé rápido a prepararle el desayuno, me dolían mis piernas, me ardía mi sexo, mis pechos tenía moretones, mamá no me dirigía la mirada, mientras ella desayunaba yo limpiaba.

—Podés ir a jugar a casa de Gina, te quiero de vuelta en tres horas— dijo.

La vi con ojos de emoción, corrí a abrazarla, ella me empujó, —no me toques, vos sos el pecado en carne y hueso— dijo.

Salí de casa, triste y a la vez contenta podría jugar con Gina, llegué a casa de Gina, en cuanto me vio corrió a abrazarme, —Larislava, extrañaba verte— dijo.

Me abrazo fuerte y los moretones en mi pecho dolieron, me quejé un poco, —¿estás bien?— solo sonreí.

—Larislava, que gusto verte, vengan acabo de hornear galletas, coman— dijo Sophia la mamá de Gina, sentí tanto dolor al verlas, pero me daba gusto por Gina, ella si tenía amor.

Comimos galletas y luego subimos a jugar, Gina me vio fijamente, —¿ya vas a decirme qué está pasando? Vi los moretones en tu pecho— dijo Gina, comencé a llorar, y entre lágrimas le conté a grandes rasgos lo que pasaba, Gina se enojó, me abrazó, —tenemos que denunciarla— dijo.

—Nadie va créerme— dije bajando la mirada.

—Ya sé; huyamos juntas— dijo, mis ojos se iluminaron.

—¿En verdad harías eso por mí?

—Claro, te debo mucho, vamos a ahorrar las dos; y luego nos iremos de aquí, estoy por cumplir doce, ya somos grandes— dijo.

—Y yo cumplo trece en unas semanas, ahorremos entonces, pero por hora debo irme, mamá me dio solo tres horas—

Me despedí de Gina, nos abrazamos fuerte, —te quiero Larislava, aguanta solo un poco más— dijo, yo sonreí.

Llegué a casa, mamá esperaba por mí, —métete que bañar, tendremos visita, te he conseguido un nuevo cliente— dijo mamá.

El mundo se abrió bajo mis pies, otra vez.

Continuará...

- Lissbeth SM.

LA PRINCESA DE LAS ROSAS Where stories live. Discover now