LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 42)

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ISAAC

En cuanto Lava quedó desnuda frente a mí, sentí tantos deseos por tocar su piel, no era del tipo de mujeres que había tenido en mi cama, pero era perfecta, para mí lo era, Lava estaba temblando, era obvio que no sabía que hacer, toqué su brazo con las yemas de mis dedos, cerró los ojos y su respiración se agitó un poco, la abracé fuerte, me acerqué a sus labios, la besé y con mis manos acariciaba su espalda, ella seguía temblando, besé su cuello, e inhalé profundo, su cabello olía a frutas, y su piel tenía un aroma exquisito, estaba totalmente eriza, y mi sexo estaba totalmente de acuerdo con que Lava era una mujer preciosa.

—¿Querés que me detenga?— Pregunté, ella no me respondió, solo me tomó de la mano, y caminó hacía su habitación llevándome detrás de ella, verla caminar de espaldas, desnuda, con su cabello rojo que caía por debajo de su cintura, es una imagen que guardaré en mi memoria para siempre, entramos a su cuarto, Lava se me quedó viendo a los ojos.

—Tengo mucho miedo y vergüenza, nunca he hecho algo así, y no sé que hacer— dijo bajando la mirada.

Me dio mucha ternura, la besé, y empecé a desvestirme, ella me veía fijamente, cuando quedé totalmente desnudo y ella logró ver mi sexo, sus ojos mostraron su asombro, me acerqué a ella la llevé lentamente a la cama, la besé dulcemente, mi sexo rozaba su pierna, su piel era tan suave, tan cálida, bajé besando su cuello, llegué a sus clavículas deslicé mi lengua por ellas, Lava suspiro, luego bajé a sus pechos, esos pechos que tanto deseaba, eran grandes, redonditos, firmes, llenos de lunares, con unos pə-zø-nəs perfectos, tomé uno de ellos y empecé a lamerlo mientras acariciaba su otro pecho, Lava gimió, joder, deseé tanto este momento, sabían delicioso, eran tan suaves, me estaba volviendo loco.

Luego tomé el otro pə-zøn, también empecé a lamerlo, a chuparlo lentamente, besé cada lunar en sus pechos, parecía que eran pequeñas señales, que indicaban donde besar, con mi otra mano bajé hasta su sexo, estaba totalmente mojada, introduje uno de mis dedos, ella gimió, ¡Dios, su interior estaba tan caliente! Seguí chupando sus pechos, mientras movía mi dedo lentamente, entraba y salía de ella, ella gemía y lentamente bajó su mano y apretó mi sexo, sentí tanta excitación, tanto placer, creo que había esperado por esto desde que la conocí.

Bajé por todo su abdomen deslizando mi lengua, llegué a su sexo, deslicé lentamente mi lengua por todo su sexo, ella arqueó su espalda, colocó sus manos sobre mi cabeza y apretaba con fuerza, sabía tan rico, ella era un manjar, empezó a gemir, su respiración se entrecortaba, de pronto me detuvo, me puse de pie, se sentó en la orilla de la cama, tomó mi sexo totalmente erecto y mojado, lo llevó a su boca, le dio un beso tierno en la puntita; y luego lamió, sin dejar de verme a los ojos, yo gemí y ella empezó a chupar lentamente, se notaba su inexperiencia pero me encantaba, en verdad me encantaba.

Me tenía loco su boquita, la tomé y la recosté de nuevo en la cama, me posicioné encima de ella, ella temblaba, nos veíamos a los ojos, la besé despacio, y empecé a entrar lentamente en ella, era deliciosa la forma en la que su sexo apretaba el mío, los dos gemiamos mientras nos besábamos, sus piernas abrazaron mi cintura, y sus manos se aferraron a mi espalda, yo entraba y salía cada vez más rápido, nuestros sexos sonaban por la humedad, gemiamos con tanta excitación, entraba cada vez con más fuerza, ella gemía, yo la veía disfrutar conmigo dentro, y la disfrutaba, —Oh Isaac— dijo entre gemidos y eso me volvió loco, aceleré más y más, hasta que no pudimos más, su espalda se arqueó, sus uñas se aferraron a mi espalda; gimió fuerte, yo gemí, la besé, di una última embestida, y llené todo su sexo con mi sə-mən.

Los dos quedamos exhaustos, la tomé entre mis brazos, la besé,—por favor, no te vayas nunca— supliqué, —me quedo si te quedas— respondió.

La besé, se volteó dándome la espalda, la abracé, besé su espalda, tenía lunares que parecían un mapa que me llevaría directamente a la luna, hice a un lado su cabello, seguí besando sus hombros, —Lava, te amo— susurré y me quedé dormido.

Desperté con el aroma del café recién hecho, me levanté y fui a la cocina, Lava se había bañado, cambiado, habíamos pasado la noche juntos, ella preparaba el desayuno, muy feliz, se veía preciosa, me acerqué a ella, —buenos días, dije, poniéndome tras ella, tomándole por la cintura, ella se volteó y nos besamos, los dos sonreímos, —¿irás a trabajar?— preguntó, —si, tengo turno en 2 horas— respondí, —si quieres desayunamos, y cuando vaya a la florería te llevo a tu casa—, dijo.

—No, es mejor que nadie nos vea juntos— respondí sin pensar.

Se me quedó viendo, sus ojitos se llenaron de lágrimas.

—Oye, había olvidado que tengo que recibir pedidos, ya sé me hizo tarde, te quedas en tu casa— dijo tomando sus llaves y saliendo a toda prisa.

—Lavaaaaaaaa— grité, pero no volteó a verme.

LARISLAVA

¿Cómo se le ocurría decirme algo así después de la maravillosa noche que pasamos juntos? Me dolió, lloré camino al trabajo, ¿qué clase de amistad es esa donde nadie de su entorno tiene que saber de mí? ¿Tanto se avergonzaba de que lo asociaran conmigo?

¡Soy una tonta! ¿Cómo hago para dejar de sentir esto por él? Si antes de conocerlo yo jamás había tenido un orgasmo, ni había sentido tanta paz en mi alma.

Llegué a la florería; y oh sorpresa.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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