LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 6)

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Pasaron los siguientes días bien, mamá respetó el pedido del señor Barshá, no venían más hombres; ¡Dios al fin me había escuchado! Llegó el día de mi cumpleaños; y por más extraño que parezca, mamá me hizo una comida e invitó a Gina y su mamá, también me horneó un pastel, yo me sentía feliz, al parecer mi mamá ya no me odiaba, o al menos no como antes; mamá también invitó a Sebastian su nuevo novio, un chico 12 años menor que ella aproximadamente; que lo único que hacía era verme raro y quitarle el dinero a mamá, ese día me tocaba ver al señor Barshá.

Mamá salió a comprar todo para la comida, mientras yo me quedaba con el señor Barshá, el señor Barshá me dio dinero, —¿por qué no lo guarda usted y luego me lo da todo junto?— Pregunté.

El sonrió, —porque tengo una esposa un poco demandante, que revisa todo en busca de dinero, le gusta mucho comprarse ropa y zapatos, bueno ahora tengo que irme esconde muy bien el dinero— dijo.

Justo antes de irse sacó una cajita roja de su saco, —¡Feliz cumpleaños, Larislava— dijo, dándome la cajita, la tomé, sentí algo tan bonito en mi pecho, la abrí, era una cadenita de plata con un dije de media luna, —mientras la uses; no te faltará luz— dijo, lo abracé fuerte, el señor Barshá era lo más parecido que tenía a un papá, unas cuantas lágrimas rodaron, el señor Barshá levantó mi rostro, limpió mis lágrimas —algún día entenderás que no todas las personas que se te acercan son malas, pero nunca olvides que la maldad está donde menos la imaginas— se despidió de mí y se fue.

Mamá llegó con las cosas para la comida, preparó estofado de tres carnes, unas de mis comidas favoritas, me sentía feliz, mis 13 pintaban para ser geniales, llegaron a casa Gina y Sophia, Sophia me entregó un ramo de rosas rojas de las que ella cultivaba, en cuanto las vi, sentí dolor de estómago, y fui a la cocina a ponerlas en un jarrón, Gina me seguió.

—¿No te han gustado las rosas, verdad?—

—No, no es eso, solo que recordé el día que Kendhell... ya sabes—

—Oh Larislava, lo siento, soy una estúpida, la idea fue mía, lo olvidé; perdóname— dijo Gina abrazándome.

—No pasa nada, mejor ven; vamos a comer— dije muy feliz.

Comimos, entre risas; mamá no me había gritado, no me había tratado mal.

Luego mamá trajo el pastel que había horneado, y me cantaron las mañanitas.

—¡Pide un deseo!— dijo Gina muy emocionada.
«Por favor que mi mamita me quiera otra vez» pensé, y soplé muy, muy fuerte, así tenía más posibilidades de que el deseo se cumpliera.

Gina y Sophia se despidieron, en cuanto ellas se fueron llegó Sebastian el novio de mamá, así que me fui a mi cuarto, me puse de rodillas frente a la cama y le agradecí mucho a Dios por el día tan feliz que me había regalado.

Luego me metí a la cama y me quedé dormida.

Me despertaron los gritos de mamá, vi la hora eran las 7:15 a.m. bajé corriendo, mamá estaba llorando.

—¿Qué pasa?—

Mamá volteó a verme, —Sophia la mamá de Gina está muerta— dijo, mi cuerpo se heló, sentí mucha pesadez en él.

—¿Qué, cómo?—

—No sé, ve a vestirte, iremos a su casa— subí corriendo, me vestí lo más rápido posible; y bajé.

Nos dirigimos a casa de Gina; Gina lloraba en una esquina, corrí a abrazarla, en el lugar había mucha gente, incluyendo al señor Barshá y su esposa, la hermana de Sophia había llegado y lloraba porque no tenían dinero para pagar los gastos funerarios, yo volteé a ver al seño Barshá con ojos de súplica, el movió su cabeza autorizandome, —no te preocupes, yo te daré el dinero que tengo guardado, luego ahorraré más—, Gina solo me abrazó más fuerte.

Mamá lloraba desconsoladamente, pues quería mucho a Sophia; creo que era su única amiga.

—Pero... ¿qué pasó? Preguntó mamá.

—Ayer cuando veníamos de su casa, mamá cruzó la calle sin darse cuenta y un coche se la ha pasado llevando, no he podido hacer nada— dijo Gina entre lágrimas.

Jamás voy a olvidar la forma en la que me vio mamá cuando escuchó eso, —bueno tenemos que irnos, regresaremos después— dijo mamá, tomándome muy fuerte del brazo.

Caminamos a casa entre los jalones que me daba mamá, llegamos que casa, y me aventó al suelo.

—¡Sos el diablo! Me has quitado a mi única amiga— dijo dándome el primer cinturonazo.

—¿Qué, de qué hablas?— pregunté.

—Sophia está muerta por tu culpa, sino hubieran venido a tu estúpida comida de cumpleaños, no le hubiera pasado nada, pero vos sos Satanás, arruinas todo lo bueno, ¿por qué me odias tanto como para quitarme todo lo que amo, Larislava?— gritó mamá mientras me golpeaba con el cinturón, me pateaba y por último alcanzó a ver las rosas que me había llevado Sophia, las tomó y me empezó a golpear con ellas, las espinas se clavaban en mi piel y volvían a salir, —te reprendo satanás— gritaba mamá mientras me golpeaba con ellas, llegó un momento en el que el dolor era tanto, que ya no lo sentía.

Mamá me golpeó hasta que quiso y luego solo me escupió encima; —Que Dios te perdone— dijo.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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