LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 15)

846 75 5
                                    

Subimos al auto del señor Barshá, nadie hablaba, nadie decía nada, yo sentía mucho dolor, me sentía sucia, quería tomar un baño, quería peinarme, quería tomar algo caliente, meterme a la cama y no salir de ahí en años.

Dios, quería apagar el ruido, las voces, quería apagar el mundo, escuchaba en mi mente todos los insultos de mamá, las palabras obscenas de Don Rubén, todo lo que el pastor Kendhell me había dicho en el nombre de Dios, y en medio de todas esas voces escuché una que no había escuchado.

—Ya deja de pensar en tantas cosas, o vamos a terminar más locas de lo que ya estamos— era una voz de chica, era dulce pero fuerte.

—¿Qué, quien sos?— Pregunté, no podía creerlo, estaba hablando en mi mente con mi propia mente, no tenía idea de lo que pasaba.

—Cuando sea el momento sabrás de mí, aún no lo es, pero ya deja de matizarte por favor, ya bastante has sufrido, como para que ahora empeces a hacerte daño vos—

Me quedé callada y la voz se fue.

—¿Hacía dónde vamos?— Pregunté

El señor Barshá me observó por el retrovisor, —Lejos de Shartel, lo más lejos posible, consiguiré un departamento para ustedes, diremos que son mis hijas, y que por trabajo yo viajo mucho, también les conseguiré una escuela, solo tienen que prometerme que se van a portar bien y sacarán buenas notas—

—Lo prometo— dijo Gina muy emocionada.

—Yo también lo prometo— respondí.

Me sentía triste, me dolía muchísimo el pecho, creo que tenía roto el corazón, «¿cómo se repara un corazón roto, qué pegamento se usa?», pensé, me sentía apagada, es como si me hubiesen apagado el alma con tanto dolor.

De pronto vino a mi mente un recuerdo, la sonrisa de aquel doctor que me había atendido hace 8 meses, el doctor Monroy, había algo en ese médico y en su sonrisa que hacían que yo sintiera algo en mi pancita, pero no sabía exactamente que era, yo nunca había sentido cosas así.

Recorrimos unas 5 horas más en el auto, hasta que llegamos a un lugar llamado Carbesh, nos estacionamos frente a un hotel, —esperen aquí, voy a pedir una habitación, luego vamos a entrar rápido porque Larislava está llena de sangre y no pueden verla así— dijo el señor Barshá.

Él bajó del auto, nosotras observamos desde afuera, pasados unos 15 minutos salió con una llave en mano, se metió al auto.

—Afortunadamente nos dieron una habitación en el primer nivel y el auto quedará frente a la habitación, así no te sentirás observada— dijo el señor Barshá dirigiéndose a mí.

Entramos al hotel, estacionó el auto, bajaron él y Gina con las pocas cosas que llevábamos, luego bajé muy rápido, entramos a la habitación.

—Toma un baño hija, luego las llevaré a comer a un lugar muy bonito y luego iremos a buscar un lugarcito donde puedan vivir—

—¿Por qué hace esto?— Pregunté.

—Porque yo no tenía hijos hasta que vos llegaste— dijo el señor Barshá con sus ojos totalmente cristalizados.

—Y yo nunca había tenido un papá— respondí, el señor Barshá me abrazó fuerte, y empecé a llorar, —perdóname por no haber evitado todo lo que te hicieron—

Yo no dije nada, solo lloré, luego me metí a la regadera y ahí bajo el agua, mientras veía la sangre lavarse de mí, me vine abajo, —Ya deja de llorar, ¿por qué lloras?— otra vez esa voz.

—¿Alguna vez has sentido el peso del mundo encima? ¿Alguna vez te has sentido tan poca cosa que crees merecer todo lo malo que te pasa? ¿Alguna vez has sentido que hagas lo que hagas nunca serás suficiente? ¿Alguna vez has sentido que todo lo haces mal? ¿Alguna vez te han hecho sentir que eres difícil de amar? ¿Alguna vez te has sentido basura? Porque yo sí, todos los días, todo el tiempo, justo ahora—

—Si, lo he sentido gracias a vos— dijo yéndose de mi mente.

Salí de la regadera, fuimos a comer, Carbesh era un lugar hermoso, entramos a un restaurante, comimos camarones, ¡yo nunca había comido camarones por la religión de mamá! Y sentía un poco de culpa por comerlos, luego fuimos por un helado, Gina reía mucho, amaba verla reír.

Pasamos frente a una tienda de ropa, en el escaparate había un vestido rojo precioso, me quedé embobada viéndole.

—¿Lo querés?— Preguntó Barshá.

Yo sonreí y negué con la cabeza.

—Vengan entremos—

Entramos y la encargada nos atendió muy sonriente.

—Podría darme el vestido rojo del escaparate por favor, es el regalo de 15 para mi hija— dijo abrazándome.

Sentí algo tan bonito en el pecho, luego buscamos un vestido para Gina, también le compró uno a ella, salimos de ahí felices, fuimos a buscar una casa, ya entrada la noche encontramos la perfecta.

Era una casa tipo cabaña, en las afueras del pueblo, tenía un jardín precioso, y una vista hermosa, el señor Barshá la alquiló, al día siguiente nos mudamos, buscamos escuela y esa tarde el señor Barshá se despidió, lloré al verlo partir.

•••

Cuatro meses pasaron entre pesadillas y terror nocturno yo despertaba a media noche dando gritos.

Justo el día de mis 15 años llegó el señor Barshá con un pastel, un ramo de dalias y comida para festejar mis 15, usé el vestido rojo que él me había comprado, y el collar de media luna, me cantaron, comimos, y luego Barshá volvió a irse.

•••

5 años después...

Continuará...

- Lissbeth SM.

LA PRINCESA DE LAS ROSAS Where stories live. Discover now