LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 8)

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Pasamos el siguiente año luchando contra los maltratos de mi madre y Sonia, ella iban juntas a la iglesia y nos maltrataban juntas, mamá había terminado su relación con Sebastián afortunadamente no me culpó por ello, el señor Barshá seguía visitándome pero aún no lográbamos juntar dinero, siempre pasaba algo que nos impedía juntarlo, primero un accidente de Gina en la bicicleta, se necesitó pagar médico que le suturara la pierna, luego el señor Barshá enfermó, temí tanto perderle, el dinero se tuvo que utilizar para comprar sus medicinas, y luego lo que me pasaría a mí.

Llegó el día de mi cumpleaños 14, ese día pasaría algo que me cambiaría la vida y la mente para siempre, me levanté temprano, me bañé, me arreglé bonito y usé el collar que el señor Barshá me había regalado cuando cumplí 13, la media luna colgaba de mi cuello, un vestido bonito, mi cabello castaño oscuro, ondulado, mi piel canela clara, mis ojos grandes ese día se veían bien, me sentía bonita me gustó verme al espejo, pensé que ese día vería temprano al señor Barshá, y luego pasaríamos todo el día con Sonia y Gina, Sonia me caía mal pero la soportaba con tal ver a Gina.

El señor Barshá no pudo llegar a verme pero envió una nota y un regalo; mamá me veía molesta por la atención del señor Barshá.

«Hija mía, lamento no poder estar ahí, espero te guste el regalo, recuerda que te quiero, el aroma siempre es el mejor aliado de una mujer, con amor Miguel Barshá» decía la notita que acompañaba el regalo, lo abrí emocionada y era un estuche de perfume, «Red Door de Elizabeth Arden», lo saqué inmediatamente muy emocionada, nunca había tenido un perfume ¡era mi primer perfume! Y además tenía un aroma delicioso, sonreía viendo el estuche tan hermoso que me había enviado.

—Vaya, si que te has de coger bien al viejo para que sea tan amable, y por lo que veo te has enamorado de él, para que veas con tanta emoción su regalo, ¿ves cómo si sos una pū-tą? Decías que era abuso y ahora hasta lo disfrutas, me deberías agradecer, sos una pecadora, incitas a los hombres a pecar, pobre del pastor Kendhell, todo lo señalan aún cuando fue tu culpa, vos lo provocaste, en fin, hoy tengo algo preparado para vos— dijo mamá.

Tontamente me emocioné.

Llegó la tarde y tocaron el timbre, pensé que eran Gina y Sonia, mamá bajó apresurada, abrió la puerta; lo que vi fue aterrador, la mente se me llenó de recuerdos, de pesadillas, era don Rubén, empecé a temblar y quise correr; mamá me tomó del cabello, y me detuvo.

—¿A dónde vas? No ves que don Rubén vino a verte, se queda en su casa don Rubén— dijo mamá saliendo.

Don Rubén sonrió y viéndome fijamente empezó a caminar hacía mí, yo temblaba, sentía que no podía respirar, el dolor en mi pecho me paralizó.

—Pero mira nada más Larislava, que bonita te has puesto— dijo don Rubén acariciando mis piernas, «en mal momento se me ocurrió usar un vestido» pensé.

Don Rubén abría el cierre de su pantalón, mientras se posicionaba encima de mí, yo grité, lo rasguñé, lo golpeé y entonces me dio una bofetada, mientras me penetraba con fuerza, dolió, dolió tanto, está vez ya no oré, ya no supliqué a Dios por ayuda, sentía tanto dolor entre mis piernas y también en el alma, Don Rubén gemía y empujaba con fuerza, mientras las lágrimas salían de mis ojos sin poder ser contenidas, don Rubén empezó a temblar y a gemir, sacó su miembro de mí, lo limpió y pasó su mano por mi cara.

—Feliz cumpleaños Larislava, estás deliciosa— susurró a mi oído, luego se fue.

Me abracé a mí misma; y subí a mi habitación, entré y lo primero que vi, fue un cuadro de Jesús y sus ovejas, lo tomé y lo aventé al suelo, lo rompí, lo destrocé, —¡no existes!— grité, entre lágrimas y furia, —todo este tiempo te he pedido, te he suplicado, y pareciera que estás ciego, sordo o amabas, no te he pedido riquezas, ni lujos, no te he pedido nada que no sea justo o que no necesite, ¡ya no creo en vos, ya no más, Dios no existe!— grité, me puse de pie me metí y bañar, y caí al suelo llorando bajo el agua de la regadera.

Salí de ahí; me puse pijama, me metí a la cama, y no supe más, me encerré en mis pensamientos, mamá llegaba a hablarme, no respondía, no podía, estaba perdida, no sabía cómo regresar, vi llegar a Gina varias veces, la vi llorar, no pude consolarla.

También vino Sonia y el señor Barshá, me dejaron sola con el señor Barshá, se sentó en la cama y me habló mientras lloraba.

—Regresa, por favor regresa de donde sea que estés, lamento no haber estado para protegerte de lo que te hicieron, pero si regresas te prometo que voy a cuidarte todos los días de mi vida, te has convertido en lo más importante de mi vida, no te apagues; por favor brilla—

Alcancé a escuchar todas sus palabras pero no pude responder, no sé hace cuánto tiempo estaba perdida en la oscuridad de mi mente, pero no podía encontrar el camino de regreso.

Barshá me tomó entre sus brazos, —debemos llevarla al hospital; lleva 29 días así, morirá sino hacemos algo— dijo a mamá.

Me llevaron al hospital, y ahí el inferno se posó sobre mí.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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