LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 11)

965 78 5
                                    

Salí de ese hospital con la esperanza en el pecho, nos dirigimos a casa, en cuanto entramos a casa esa esperanza desapareció, aún no logro entender a mamá, aún no logro saber porque mamá aparentaba tanto frente a las personas, mi sorpresa fue al entrar a casa y ver un enorme arreglo de rosas, al verlas sentí escalofríos por todo mi cuerpo, y mamá sonrió.

—Qué hermoso arreglo te han mandado— dijo con una sonrisa de triunfo en el rostro.

—No le veo lo hermoso, no me gusta, las rosas siempre han sido sinónimo de dolor para mí, sus espinas lastiman más que cualquier daga, y sus pétalos acarician con dolor—

—Es que vos como siempre siendo una malagradecida, te las ha enviado el papá de tu hijo— respondió.

En cuanto mamá dijo eso sentí que algo se encendió dentro de mí, y de pronto escuché a Emily, —destroza todo— dijo,
—no puedo, yo no soy así— respondí, —quítate lo haré yo— dijo Emily y aún no me explico como pero Emily se apoderó de mí, ¡yo era Emily!

Sentí una furia recorrer mi cuerpo, vi a mamá y juro que quise arrancarle la vida con una mirada, pero yo veía todo detrás de Emily, era solo una espectadora del coraje de Emily, tomé las rosas y empecé a golpear la pared con ellas, mamá intentó detenerme, pero la aventé al sofá, algunas espinas se me incrustaron en las manos, sangraron pero no sentía dolor.

De pronto Emely me habló de nuevo, —mira y aprende—

—¡No creas que voy a tener este bebé, no está en mis planes ser madre, no quiero tenerlo!— grité, no podía creer lo que estaba haciendo dominada por Emily.

Mamá me vio con furia, mucha furia.

—Claro que vas a tenerlo, no puedo permitir que cometas el pecado de abortar, es una vida y Dios nos castigará si lo abortas, ese niño va nacer, además eso nos garantiza la ayuda económica de don Rubén— respondió mamá.

—Ja, ja, ja, ja, ja, ¿le temes a Dios por acabar una vida, pero no le temiste por dejar que abusaran de mí? ¿Te importa la vida de este ser que es producto de una violación, que aún no conoces, pero no te importó joder mi vida aún cuando me llevaste 9 meses en tu vientre? ¿Qué clase de madre sos Peonía, que prostituis a tu hija, en contra de su voluntad? ¿En verdad le temes a Dios o solo haces todo esto por la envidia que le tenés a tu hija? ¡Bruja maldita!—

—¿Qué te pasa Larislava? ¡Me debes respeto!— gritó mamá.

—¿Larislava? Aquí no está Larislava, ¡soy Emily! Y voy a encargarme de protegerla— grité.

Mamá me vio con temor y asombro, —¡Dios mío has sido poseída!—

—Soy peor que el demonio, haces bien en temerme— grité y me desmayé.

Desperté al día siguiente en mi habitación, no recordaba muy bien lo que había pasado, pero cuando intenté moverme no podía, estaba amarrada de pies y manos a la cama.

—Mamá— grité.

Mamá entró a la habitación con precaución.

—¿Por qué estoy amarrada?—

—Porque anoche fuiste poseída por el demonio—

Entonces recordé todo lo que había pasado «Emily», pensé.

—Mamá, no estoy poseída, debes llevarme al psiquiatra y comprarme los medicamentos como lo recomendó el doctor Monroy—

—No, esto se arregla con ayuno y oración— dijo mamá.

«La vida cada vez me golpea más fuerte, cada vez me duele más, no quiero darme por vencida, ¡en verdad no quiero! Quiero ser fuerte, debo aguantar, debo volar muy alto, debo ser libre, ya basta de tener miedo, debo pelear contra la vida y contra quien se ponga en mi contra, yo puedo».

Pensé, y sonreí.

—¿Ves? Ya seréis sola, estas endemoniada— dijo mamá.

—Mamá, sueltame por favor— supliqué.

—Bueno, pero promete que no vas a lastimarme—

—Lo prometo—

Mamá me soltó y salió de la habitación.

De pronto recordé que el doctor Monroy me había dado su número de teléfono, corrí a buscar mi suéter, necesitaba contarle lo que había pasado con Emily, encontré mi suéter, y saqué la tarjetita, en ese momento mamá entró, yo escondí rápido la tarjetita, pero ella alcanzó a verla.

—¿Qué escondiste?— preguntó.

—Nada—

—¿Cómo que nada? Dijo forcejeando conmigo y quitándome la tarjetita.

—Este maldito doctorcito metiche— dijo rompiendo en muchos pedacitos la tarjeta.

—¡Mamá, nooooooo!— grité entre lágrimas, de nada sirvió.

Mamá acaba de apagarme la única luz.

Continuará...

- Lissbeth SM.

LA PRINCESA DE LAS ROSAS Where stories live. Discover now