LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 32)

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GINA

El papá de Isaac nos llevó a casa, intentó pasar pero no se lo permití, Isaac entró conmigo, yo en verdad no sabía que hacer, como hacerlo, hacía donde caminar, sentía que mi mundo se había venido abajo, sentí que ya nada tenía sentido, me sentía sola, en verdad me sentía sola, por otro lado veía a Isaac, estaba triste, sus ojos estaba cristalizados, también podía ver su dolor, sentirlo.

Me senté en el sofá, él se sentó al lado mío, justo bajo el cojín del sofá, estaba la sudadera de Lava, la tomé, y empecé a llorar con tanto dolor, Isaac se puso de pie y caminó hacía la mesa y la golpeó, la golpeó una y otra, y otra vez, yo me hice bolita en el sofá abrazando la sudadera, olía a ella, a su perfume, a su sudor, tenía toda su esencia, Isaac se acurrucó frente a mí.

—Tenés que ser fuerte, Gina— dijo.

—¿Cómo hago eso? ¿Qué haré sin ella? Ella me cuidaba, velaba por mí, ¿tenés idea de cuántas noches se quedó despierta cuidándome? Ella era todo lo que tenía, vos la conociste unas semanas y te está doliendo, imagina como me duele a mí que toda mi vida ha sido al lado de ella, no tenés idea de todo lo que Lava hizo por mí, ella me salvó la vida, y ahora me deja sola—

Isaac me abrazó, —yo voy a cuidarte ahora, lo haré por Lava, por mí y por vos— dijo.

—¿Podrías dejarme sola? Quiero estar sola—

—Ok, iré a casa a tomar un baño y a cambiarme, luego pasaré por algo de comer y vendré para que comamos juntos, ¿te parece?—

—Está bien, gracias Isaac—

Isaac me dio un beso en la frente y se marchó, en cuanto se fue, me senté en el sofá y lloré, lloré muy fuerte otra vez, abrazada a la sudadera de Lava, algo me decía que no estaba muerta, o era yo la que quería creer que no estaba muerta.

ISAAC

Salí de casa de Lava, conduje a casa, entré y papá me estaba esperando.

—Hijo, tenemos que hablar—

—¿Sobre qué papá? ¿Me vas a contar sobre cómo hiciste sentir basura a una buena mujer?—

—Hijo, solo quería cuidar tu relación—

—¿Cuál relación? Por Dios eso ya terminó acéptalo, además Lava y yo solo éramos buenos amigos, y ya no quiero hablar—

Subí a mi habitación; quité mi ropa y me metí a la regadera, lloré bajo la ducha, mis lagrimas y el agua se mezclaron, lloré hasta que sentí que mi alma se había liberado un poco, salí de la regadera me senté en la cama, y entonces vino a mente los besos de la noche anterior con Lava, su mano tocando mi pə-nə mientras ella jadeaba por sentir mis labios en los suyos y mis manos tocando sus pechos.

Joder sus pechos eran preciosos, grandes, redondos, firmes, quería hacerla mía, quería sentirme dentro de ella, su calor; su humedad, una erección se hizo presente, mi miembro estaba totalmente duro y erecto, al recordar el aroma de su cabello rojizo, sus jadeos, su temor, empecé a tocarlo imaginando sus pechos, apretaba fuerte, subía y bajaba mi mano, la imaginé de rodillas ante mí, chupando mi pə-nə, lamiendo mis testículos, tragándose goza mi erección, sentía demasiado placer, puedo jurar que la escuché gemir mi nombre, y entonces me vine lanzando chorros.

DANTE

—Maldito animal, golpeas fuerte, pero soy más fuerte, voy a meterte a mi casa, voy a curarte, alimentarte y darte un baño; si después de eso te mueres pues te lanzo a la basura y listo—

Metí al animalejo a casa, lo bañé en mi patio, luego lo sequé y lo llevé adentro, me metí a bañar, estaba jodidamente cansado, me eché al lado del animalejo y me quedé dormido.

No sé cuantas horas pasaron, pero para cuando logré abrir los ojos estaba totalmente oscuro, así que me levanté en pelotas y totalmente a oscuras, me dirigí a la cocina a prepararme un emparedado, mientras lo preparaba lo recordé, ¡había traído un animal mal herido a casa, y lo había metido en mi cama!

Tomé mi emparedado, mi jugo de toronja y subí rápidamente a mi habitación, encendí la luz.

—Pero ¿qué que carajos es esto? ¿Qué rayos hice?— grité, dejando caer el jugo y el emparedado al suelo.

Abrió los ojos y me vio fijamente.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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