LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 51)

480 42 3
                                    

—¡Lavaaaaaaaaaaaaa!— escuché gritar a Gina, mientras caía desde el tercer nivel, mientras iba cayendo se repetían en mi mente todas las palabras bonitas que me había dicho Isaac, me hizo creer que yo era bonita, maravillosa, me hizo sentir confianza conmigo misma, ¿para qué? Si ahora lo derrumbaba todo con tan solo un mensaje, ¿por qué no me dejó ir cuando quise irme? ¿Por qué pedirme que me quedara? ¿Para qué tanto poema, para qué tantos momentos inolvidables? Si ahora eran todos esos momentos los que estaban acabando conmigo, ¿por qué buscó ayudarme a sanar, si ahora él me estaba rompiendo como nadie? ¿Por qué hizo todo porque lo amara? ¿Por qué me dijo te amo sino lo sentía? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Joder! Tantas preguntas en mi cabeza, y ahora resonaban más aquellas palabras suyas; —si te vas, en dos días te olvido— ¿cómo hago para sobrevivir a esto? 

El agua rompió mis pensamientos, caí en la piscina del hotel; había saltado porque necesitaba entender, tenía que poder entender ¿por qué estaba pasando todo esto? Para cuando salí de la piscina Gina y Tessa me esperaban.

—¿Qué carajos acabas de hacer? ¿Qué pasa con vos Lava Barshá?— gritó Gina.

—Nada, solo quería olvidarme de todo por un momento— respondí.

Salí de la piscina, caminamos hacía los elevadores, y regresé a la habitación, los mensajes en mi celular no dejaban de llegar, era Isaac, había desaparecido por más de 24 horas, regresaba solo para informarme que volvió con su ex, ¿qué espera que yo no sienta nada? Me metí al baño, me quité la ropa y tomé una ducha, salí me vestí, y vi los mensajes de Isaac, todos decían lo mismo, que yo era una gran amiga, y que no quería perderme, no puedo explicar la forma en la que me dolía el pecho, las lágrimas que tenía atoradas, el nudo en la garganta, sentía frío, mucho frío, ese tipo de frío que sentís cuando te dan una mala noticia, ese tipo de frío que no se quita con nada.

Mi celular empezó a sonar, estaban llamando, lo tomé y era Isaac, inhalé profundo, Gina y Tessa me vieron, entendieron que yo necesitaba privacidad y salieron de la habitación, respondí la llamada lo más natural que pude.

—Bueno—

—Lava, ¿estás bien? ¿Por qué no respondes mis mensajes?— dijo Isaac.

En cuanto lo escuché sentí un puñal atravesar mi pecho, lo amaba; yo amaba a ese maldito cínico que estaba al otro lado de la línea, a ese cínico que me estaba rompiendo el corazón como nadie.

—Si, todos bien, ¿por qué no debería de estarlo? Tengo la preocupación de papá, pero trato de estar tranquila.—

—No sé, solo pregunto porque en cuanto te dije que regresé con Darián dejaste de responder.—

—Tengo cosas que hacer Isaac, no puedo estar pegada al celular todo el tiempo.—

—¿Por qué estás molesta? ¿Por qué me respondes así? ¿Es por qué volví con Darián? Lava, nosotros no teníamos ningún tipo de relación, solo somos buenos amigos, nunca te ofrecí nada, ¿qué esperabas que hiciera? Yo no había olvidado a Darián y llevábamos días hablando y pues justo ayer volvimos, me siento feliz, deberías estar feliz por mí.—

—A ver Isaac, yo no estoy molesta, estoy decepcionada, porque yo no esperaba nada de vos, y lo único que esperaba que no hicieras lo hiciste, me lastimaste; y no te entiendo Isaac, juro que lo intento pero no te entiendo; hasta hace dos días yo era lo mejor que te había pasado en mucho tiempo, me dijiste que me amabas, ¡joder me hiciste una escena cuando me encontraste hablando con Dante! ¿Cómo tuviste cara para hacerme eso; cuándo eras vos el que estaba hablando con tu ex? Yo no te mentí nunca Isaac; nunca.—

Para ese momento mi voz se estaba quebrando, Isaac se quedó callado e inhaló profundo.

—Perdóname Lava, nunca debí decirte que te amaba, sino estaba seguro de sentirlo.—

—Vos no me querés; ahora entiendo eso que dijiste que en dos días olvidas; ¡que cierto fue! Dos días de ausencia bastaron para que dejaras de quererme y regresarás con tu ex, ¿recordás cuándo dijiste que eras un estúpido porque creíste que yo tenía algo con Dante? Que cinismo el tuyo, la única estúpida aquí soy yo.—

—Lava, estás haciendo de esto un drama innecesario—

—Tenés toda la razón, deseo que seas muy feliz Isaac, te quiero.— dije y colgué, empecé a llorar como niña chiquita.

Mi celular empezó a sonar otra vez, era Isaac.

—¿Qué; qué querés, Isaac?—

—Lava, no quiero perderte, por favor no te vayas, yo te quiero; solo trata de entenderme, por favor, quédate.—

—Hablamos luego Issac, tengo cosas que hacer— dije y colgué.

Lloré, me desgarré, me dolía el alma, me sentía como el juguete más devaluado que existía.

Gina y Tessa entraron a la habitación, Gina me abrazó, me vine abajo, me desmoroné y les conté lo que había pasado, Gina estaba furiosa; no dejaba de maldecir a Isaac, Tessa se quedó asombrada, ella conocía mejor a Isaac.

Limpié mis lágrimas, tomé mis cosas y salimos a ver a papá otra vez, llegamos al hospital; nos dijeron que ya estaba mejor; que estaba en una habitación normal, y que ya podía recibir visitas, fuimos a verlo; y para nuestra sorpresa, encontramos ahí a Peonía, en cuanto papá nos vio entrar, se puso nervioso; corrí a abrazarlo, —tranquilo papá, todo está bien, tenés que recuperarte porque mi hermana y yo te necesitamos— dije, Gina lo abrazó.

—Que escondiditas se tenía a sus hijas señor Barshá— dijo Peonía.

Papá no dijo nada, estuvimos un rato con papá, y salimos de la habitación, ya había terminado la hora de las visitas, salimos, y me senté en la sala de espera; estuvimos ahí unas dos horas esperando al médico para que nos dijera el estado de papá, el médico llegó, nos dijo que papá estaría bien en un par de días, se despidió y se fue.

Me di la vuelta para salir, y entonces lo vi entrando, en cuanto lo vi, volteé a ver a las chicas, —perdón yo lo llamé— dijo Tessa, salí corriendo y lo abracé.

—Gracias por venir, Dante— dije, y empecé a llorar, él levantó mi rostro, me vio, lo vi, limpió mis lágrimas.

—Aquí está un lobo que no piensa vestirse de oveja, solo déjame estar; no quiero más, porque lo que te hizo ese infeliz es una bajeza, quiero matarlo.— dijo.

—Qué bonitos se ven, me recuerdan a mi esposo Augusto y a mí— dijo Peonía.

—Perdón, ¿Cómo dijo?— pregunté asombrada.

Continuará...

- Lissbeth SM.

LA PRINCESA DE LAS ROSAS Where stories live. Discover now