Capítulo 1

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LA INICIACIÓN:

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LA INICIACIÓN:

A la mierda  con ser una princesa, soy un rey. Así que inclínate y besa mi anillo. Va a doler, escocerá, incluso escupirás sangre en el fregadero. Estoy loca, pero a ti te gusta eso.


A los imbéciles les complace que caigas.

Naces, creces, te reproduces y mueres.

Esa es la ley fundamental de la vida.

Pero era tan terca, como para creer que si jugaba a ser Dios, mis acciones no iban a repercutir en consecuencias.

¿Pero qué pasaba con el "hubiera" y el "tal vez"? Eran inútiles, no servían. No podíamos cambiar nuestro pasado sin convertirnos en una víctima de nuestros propios impulsos. Eso sería un eufemismo.

Me encontraba parada en medio del césped marcado del campo de fútbol. Por primera vez, y luego de tres años, sentía que las miradas de todos estaban puestas en mí. Pedía que la borrachera no los dejase ver lo que mi rostro ocultaba, tras mi brillante sonrisa y mi cabello rubio, que caía en ondas perfectas sobre mis hombros.

Una perra falsa, que se proyectaba como el estereotipo de chica de calendario sureña.

—¡Vamos, perra novata! –exclamó Samantha, una de las voladoras del equipo de animadoras, pero su tono no era exactamente para darme ánimos.

Mi rostro ardía y las manos me sudaban. Sentí mis uñas clavándose sobre la carne de mis palmas, así que solté una exhalación profunda para poder controlar toda la ansiedad y el nerviosismo que estaba sintiendo correr por mi sistema. Si no lograba regular mi respiración me iba a venir abajo en el último momento.

Justo ahora, no podía resquebrajar mi cuello por culpa de las emociones del momento, sería retroceder cuando estaba tan cerca.

De entre toda la multitud solo había una persona que no tenía los ojos puestos en mí, pero las cosas iban a ser mejor de esa forma.

Me había esforzado por ser así en los últimos años. No solo en crear una imagen de lo que se creía "belleza", también en endurecer mi corazón y mis emociones.

El ambiente apestaba a marihuana, cigarrillo y alcohol. Los cuerpos sudorosos, vestidos de carmesí, se movían al ritmo de la música sobre el césped. Podía decir que aún había un lado de mí al que todas mis acciones le parecían una muy mala idea; el racional, pero por otro lado, simplemente deseaba ver como las cabezas de todos los presentes eran pisoteadas hasta reventar. Uno por uno.

Tarde o temprano todos caerían.

Mi psicólogo decía que debía seguir con mi vida. Olvidar el pasado era perdonar, pero parte de eso, el recuperar mi identidad, era lo único que podía hacer; perdonarme para luego seguir. Las circunstancias y las personas me habían obligado a dejar todo atrás.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now