Capítulo 54

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LEALTADES EN DUDA:

Te dicen que eres el mejor, pero una vez das la vuelta te odian. Oh, la miseria, todo el mundo quiere ser mi enemigo. Ahórrate la simpatía, todo el mundo quiere ser mi enemigo.


AIDEN

—¡Me tienes que estar jodiendo los cojones, Jackson!

De la boca de mi entrenador salieron una serie de palabras inentendibles que sonaron como un gruñido breve, cuando por sexta vez en el día había fallado en lanzar un pase.

A mi lado, Félix rio, en el momento en el que me lancé contra el césped del campo de fútbol cargado de frustración. Por lo regular, la vida era una mierda, pero gracias a la novedad de la nueva alianza con Samantha, estaba siendo aún peor.

Desde mi pasado encuentro con ella, las cosas se estaban saliendo de control.

Todos los días, los tres nos infiltrábamos en la casa de los Torres, buscando un diario que era casi seguro que no íbamos a encontrar. Me sentaba inquieto a escuchar las quejas de Kira, los alaridos de Samantha y las discusiones combinadas entre ambas, ya que para ninguna de las dos era posible convivir y guardar silencio sin pelear.

Al mirarlas, me preguntaba cómo habían estado juntas tantos meses en la escuadra sin desgarrarse el cuello la una a la otra. Siempre que escuchaba sus discusiones terminaba una jaqueca que solo se me pasaba alejándome para drenar la dosis de adrenalina.

No era fácil ni sencillo. Me sentía cansado, frustrado y desastroso.

Todos esos eran elementos que combinados no me ayudaban en mi rutina y mucho menos a entrenar; necesitaba ponerme al día con mi juego si quería llevarnos a clasificar en la final. Si la jodía como mariscal, la jodíamos todos. La mayoría de la ofensiva dependía de qué tan bueno era tu quarterback, si este era una mierda, tu equipo era aún peor.

Cuando Félix paró de reír, me tendió la mano, ayudando así a ponerme de pie como un gesto de apoyo moral entre compañeros. Esa tarde habíamos dado la práctica por terminada con una clara reprimenda por parte de nuestro entrenador quien no paraba de hablar.

Desde mi lugar disimulaba escuchar con atención, aunque por dentro divagaba sin sentido sobre todas las cosas que estaba cargando sobre los hombros para no cagarla en la final. Si ganábamos el próximo juego clasificábamos a las semifinales, los playoff arrojarían los resultados y el resto sería pan comido.

Sentí a mi entrenador mirándome con desaprobación, cuando notó lo distraído que estaba y como me había quedado parado en medio de las gradas observando a la nada. Los minutos ya habían pasado y el resto de mis compañeros caminaban para dirigirse hacia los baños cuando me di cuenta.

Sacudí la cabeza y comencé a caminar hacia donde estaba el resto, lo menos que necesitaba era charla cargada de aburrida reprimenda, así que lo evité. Todos estaban acostumbrados a mi silencio, pero cuando mi rostro se transformaba en un ademán rabioso de pocos amigos nadie se me acercaba para hablarme.

Era una advertencia para ellos, como si solo al ver mi expresión les dijera «mírame y te mato», no en el sentido literal de la palabra, pero era más o menos eso.

Lo normal era cuando lo ocultaba, pero días como ese, cuando estaba comiéndome los sesos y me costaba pensar con claridad, las personas lograban ver un remanente de mi verdadero ser, y parecía asustarles como la mierda.

Se veían tan curiosos, como ovejas descarriadas buscando al pastor que les dirigiera el rebaño.

Una vez terminé y despejé los pensamientos en mi mente, me dispuse a revisar mi teléfono en el locker, dándome cuenta al deslizar la bandeja de entrada que tenía un par de mensajes de texto de Samantha sin revisar, en ellos se leía lo siguiente:

Mátame Sanamente Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ