Capítulo 43

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REINA ABEJA:

Así es como ser una rompecorazones, A los chicos les gusta la apariencia del peligro Haremos que se enamoren de una extraña, una jugadora que les canta "te amo".


Al día siguiente el sol brillaba en todo su esplendor sobre el césped de la facultad, mientras yo me dirigía a paso ligero por la entrada del campus. La noche anterior había terminado con Aiden y yo en una misma habitación y la pésima excusa de que estaba aburrida, me sentía sola y que necesitaba algo de su compañía.

No iba a contarle lo sucedido con Samantha, mucho menos que esta había destrozado el setenta por ciento de mi ropa.

A decir verdad, él estaba actuando de una forma muy extraña e incluso un poco comprometedora. Su preocupación, curiosidad y las desmesuradas muestras de afecto público no eran una parte del comportamiento normal de una persona como Aiden, por el contrario, eran una clara señal de alerta.

Antes del amanecer había despertado e incluso avisado que iría a correr, luego a su entrenamiento matutino en el gimnasio y que posteriormente regresaría con el desayuno y unas palabras de aliento para mi examen.

Esa mañana me encontraba caminando por los pasillos decorados con calabazas de Halloween, intentando recordar cada una de las respuestas para no olvidarlas. Mientras me movía de salón en salón las miradas se posaron en mí y unas cuantas personas se acercaron para felicitarme y entregarme sus buenos deseos de apoyo en mi candidatura.

La noche anterior las redes sociales habían explotado, siendo mi presentación lo primero de las cosas en aparecer en las tendencias de los sitios de chismes y las páginas de cotilleo en la universidad.

Sería una hipócrita si dijera que no quería eso, por el contrario, estaba amando cada una de las fotos y la atención extra sobre mi cabeza si eso molestaba a Samantha. 

Cuando llegué a mi destino saludé a todos con una amplia sonrisa, buscando entre las filas hasta que hallé mi lugar, notando con extrañeza que sobre la mesa reposaba una gran docena de rosas blancas con todo y jarrón.

Me quedé estática, observando con algo de estupor el hecho de que aquello no podía ser normal.

Los jadeos y vociferaciones de mis compañeras no se hicieron de esperar, jalándome del brazo y preguntando si había sido un regalo o si ya tenía algún admirador; para mi mayor lástima no tenía nada que responder y solo opté por callar.

No me gustaban las rosas, tampoco me agradaba su aspecto. Olían como Amanda y la única persona que me regalaba flores y se las aceptaba era Aiden y, como siempre, habían sido girasoles, por lo que el dueño de tal arreglo no tenía nada que ver con él y mucho menos sabía de mi aberración por las mismas.

Las olisqueé con una mueca de desagrado, buscando alguna nota en ellas, hasta que encontré una pequeña tarjeta de vinilo escrita a mano, la cual no indicaba destinatario más que unas simples felicitaciones de su parte y un número de teléfono.

Con un poco de confusión las aparté del lugar y tomé asiento en mi silla, para luego de unos minutos comenzar a rellenar el formulario con las preguntas de mi examen de una forma casi veloz.

Mi mente daba vueltas, me sentía observada y no lograba concentrarme. Odiaba las rosas, su olor me transportaban a mi infancia y al encierro, esas eran dos etapas de mi vida que no quería recordar.

El tiempo paso con lentitud y una vez había terminado salí del lugar a toda prisa, dejando a mis compañeros atrás con el ramo de flores quemándome las manos, esperando encontrarme en el camino algún cesto de basura para desecharlas sin tener testigos de ello.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now