Capítulo 16

3.7K 373 198
                                    

ADÁN Y DIOS: MADRUGADA POSTERIOR A LA FATÍDICA NOCHE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ADÁN Y DIOS: MADRUGADA POSTERIOR A LA FATÍDICA NOCHE. 

Cierra tus ojos, escucha mi corazón. No puedes ver mis mentiras. Diré una a través de mis ojos y tú nunca lo sabrás. Me diste tu todo, ahora yo tomaré tu corazón.


«—¿Kira?  ¿Estás bien? ¿Sucede algo?

—Creo que la maté... lo siento».

***

Si algo he tenido claro durante toda mi vida, es que hay tres cosas que no se pueden ocultar: la muerte, la culpa y el deseo.

No sé si transcurrieron segundos, minutos, o incluso horas cuando mi cuerpo tuvo el valor suficiente para correr por aquel largo y oscuro pasillo y así regresar a la habitación; la única certeza que tenía en aquel momento fue que los sonidos solo cesaron cuando esa persona estuvo muerta.

Recostada contra la cabecera de la cama, oculté mi rostro entre mis rodillas, mientras me aferraba a mis piernas. Lágrimas espesas corrieron por todo mi cuerpo en sollozos desesperados; imágenes, una tras otra, repitiéndose en mi cabeza como una película sin fin.

En ese instante, no supe qué fue peor; si mi preocupación, mi confusión o el agonizante terror corriendo por mis venas.

Por más que intentara tener una reacción más natural con lo que había ocurrido solo tenía conciencia de aquella constante alarma en mi cabeza, que me repetía que debía esconderme o salir de allí lo más rápido posible para no ser encontrada.

Era un segundo piso y mis posibilidades de lograr salir con vida por la ventana eran escasas; si caía iba a terminar herida o peor aún... muerta, por lo que vi la posibilidad de esconderme dentro del armario de aquella alcoba, sin dejar de rogarle a los cielos el no ser descubierta nunca.

Tomando el último suspiro de valor que me quedaba corrí hacia el armario lo más rápido que me permitieron mis piernas, no sin antes percatarme que no hubiera dejado alguna de mis cosas sobre la cama que pudiese evidenciar mi presencia. Si le colocaba el seguro a la puerta iba a ser muy sospechoso, por lo que pensé que lo mejor sería no llamar la atención.

Intenté buscar algún atisbo de ruido, pero solo percibí silencio. Tanto jodido silencio que fue alarmante, abrumador y escalofriante, todo en partes iguales. ¿Así era como se escuchaba la muerte?

El silencio siempre me hacía recordar lo sola que estaba, por eso podía soportarlo.

En ese momento, no pude procesar el cómo me sentía con respecto de lo que estaba viviendo. Era como si a mi cuerpo le hubiesen dado a tomar un trillón de metanfetaminas; las emociones no me dejaban pensar con claridad, puesto a que lo único en mi cabeza era sobrevivir.

Mátame Sanamente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora