Capítulo 4

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SOUVENIRS: LOS RECUERDOS

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SOUVENIRS: LOS RECUERDOS. 

Mami, ¿por qué estoy tan triste? ¿Debería olvidarme de él o sentirme mal? No, no, no. No te agobies, papi la interrumpió: «Atácala por el cuello, por el cuello».


«—Buenas noches, estación de policía del condado de Kelsen, ¿en qué podemos ayudarle?

—Hay... hay una mujer en el lago.

—¿Una mujer en el lago?

—Una mujer muerta en el lago.

—¿Cuál es su nombre, señorita?

—Mi nombre es Hannah. Hannah Wells». 

Casi seis años en el pasado: Día del cumpleaños número quince de Kira.

Siempre fui impulsiva, tal vez por eso, tenía más errores que éxitos en mi historial.

Pero realmente, ¿cuándo y cómo comenzó mi deseo por Aiden? Antes había sacado la conclusión de que mi deseo por él se había despertado aquella tarde de primavera, cuando me encontraba sentada con Stacy en los palcos de la cancha del colegio.

Por aquella época, solo tenía quince años y estaba constantemente enojada con el mundo. Me sentía en un debate emocional en donde buscaba siempre la aceptación ajena, empezando porque aún ni siquiera había comenzado por aceptarme a mí misma. Todo eso tenía una explicación. Ella.

Odiaba su presencia. Stacy y yo, habíamos fingido ser algo así como las mejores amigas, al fin y al cabo, las dos éramos más que falsas. No me agradaba. Siempre solía hablarme con su tono soez, mientras vociferaba cualquier cantidad de groserías y compartía su emoción por querer tomar lo que no le pertenecía.

«¿Por qué no simplemente desaparece?». Ese era mi mayor deseo en ese entonces.

Podía ver como miraba a Aiden y como le mostraba su mejor sonrisa mientras le batía las pestañas.

Su cabeza estaba rodeada por corazones imaginarios cada que lo veía, no dejaba nunca de suspirar a su alrededor.

Todos en la clase hablaban de Stacy como una belleza. Ni siquiera yo misma podía negar ese hecho. Era más bonita que la mayoría y estaba el doble de desarrollada que las otras chicas de nuestra edad, incluyéndome; pero toda esa belleza venía en una lata vacía.

Dios no me había bendecido tan rápido, por lo que a esa edad, solo era un cuerpo con más cabello que vida y unos grandes ojos verdes que parecían brincar de mi cara.

Muy sin embargo, no me sentía inferior a ella; ni siquiera cuando Aiden le había dado más de su atención. Siempre podía sacarla del camino si interfería. Si íbamos a jugar con fuego, alguna saldría quemada, y no sería yo.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now