Capítulo 49

1.5K 204 98
                                    

CICATRICES DEL PASADO:

No siento lo que tu sientes, no siento lo que tu sientes, no. Porque yo nunca te trataría de esta horrible manera; me hiciste odiar esta ciudad. Tú eras mi todo y lo único que hiciste fue llenarme de puta triste, no trates de hacerme sentir mal.

 

Tres años en el pasado, hora cero, momento de la desaparición.

—Porque vienen para matarnos, y quiero salvarte, Kira...

No paso mucho tiempo para que la sangre cubriera el parabrisas del del auto cuando el primer impacto de bala me rozó la piel de uno de mis brazos. Cada una de las llantas había sido pinchada y el grito que brotó de la garganta de mi madre fue ensordecedor.

Al principio solo fue un roce, hasta que poco a poco comenzó a arder como si de una quemadura se tratase.

Mi madre me miró estática, en el intento de poner sus reflejos a actuar. Su cuerpo se posó firme delante al mío, tomándome de la nuca lo más fuerte que pudo y escondiendo mi cabeza contra el piso afelpado.

Quise preguntar qué pasaba, pero desde mi posición comencé a escuchar como cada uno de los vidrios del auto estallaban en todas direcciones, sintiendo la salpicadura de los cristales cortando mi piel. El nerviosismo era mayor y comenzaba a creer que esa noche iba a ser asesinada.

La mano de mi madre nunca soltó mi cabeza, sus ojos, también verdes, se mostraban asustados y perplejos, siendo conscientes de que las dos íbamos a morir en aquel lugar.

Me sostuvo fuerte, evitando que pudiera moverme y ver que pasaba.

Los minutos se sintieron como horas, hasta que el primer grito desgarrador brotó por parte de ella, cuando el primer impacto de bala le rozó las piernas.

Grito tras otro fueron escuchados, hasta que poco a poco su cuerpo comenzó a ser perforado por la cantidad incontable de perdigones que nos disparaban. En ese momento no lo sabía, pero tras unos segundos todo se quedó en silencio; ese horrible silencio que ocurre en las películas de terror cuando van a suceder las peores cosas. Y así fue, ya que minutos después el sonido de unas pisadas grandes y fuertes comenzó a acercarse en nuestra dirección, advirtiéndonos de que algo estaba a punto de pasar.

Mi madre ensangrentada me hizo una señal con el dedo para que guardara silencio y me quedara quieta en mi lugar, pero yo no dejaba de temblar. Estaba en un estado de pánico que era inevitable de controlar y solo quería gritar. Sin darme cuenta ya había comenzado a sollozar, y todo el oxígeno pareció reducirse a mi alrededor, me estaba quedando sin aire y no podía recordarme a mí misma que necesitaba lograr respirar.

Segundos después, un hombre alto y pesado inspeccionó el lugar, rodeando la camioneta como un depredador que estaba acechando a la presa que iba a ser asesinada. Este se posó frente a la puerta del copiloto, y buscando a la persona que le habían mandado a matar alzo su fusil negro entre la manos.

Hubo un momento determinante de mi vida en que algo cambió para mí, muchos lo llaman el punto de giro de una historia; yo lo llamo el ver tu vida pasar, cuando algo cambia y las palabras sobran para expresarlo. Preguntarme en ese instante si iba a vivir para contarlo algún día o si iba a tener la oportunidad de concretar aquello que tanto deseaba eran el tipo de cosas que pasaron por mi mente.

Pero contra todo pronóstico nada vino después. Me mentalicé para no sentir el impacto y deseé que mi muerte fuese rápida.

Miré a mi madre, sus ojos entornados y bañados de sangre, opacando la belleza que tanto la caracterizaba; mostrándose tan humana frente a mí como nunca la había visto.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now