Capítulo 37

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BIENVENIDOS AL AVERNO:

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BIENVENIDOS AL AVERNO:

Tengo cocaína en la mesa, estoy sirviéndome alcohol y eso me importa un comino. Amigo, tu novia es una groupie, ella solo intenta entrar diciendo "estoy con el grupo". Hay cientos de perras sobre mí y todas ellas trajeron a una amiga.


La fiesta vibraba por debajo de mis pies, mientras el fuerte trap zumbaba por los altavoces de la discoteca. La noche del diablo era la celebración más importante que los hermanos del infierno realizaban el último fin de semana de cada mes.

La masacre que vi hace casi seis años en el pasado, el día de la iniciación de Aiden, había sido la primera noche del diablo que había podido presenciar. Donde, durante ocho horas, todos los hombres se rendían ante la crueldad y sus instintos más bajos para cometer cualquier clase de atrocidad sin sentir culpa.

De una forma sencilla, consistía en una gran jaula en donde matabas o morías, o si tenías suerte, como Aiden y nacías dentro de la organización, simplemente te asignaban una cabeza para cortar; pero no era tan sencillo, había más. Algunos solo entraban a la jaula para pelear por placer y cantidades incontables de dinero que les era fácil de ganar a cambio de una vida que tenían que sacrificar.

La jaula, aparte de las drogas que esparcían por todo el campus, era el negocio favorito de los hermanos. Grandes empresarios apostaban todo lo que tenían por peleadores entrenados, los cuales debían cazar una presa o ser ejecutados posteriormente por otro competidor.

Esa noche, mientras caminábamos por el bosque, estaba siendo consciente de que había sido una muy mala idea arrastrar a una muy achispada Katherine al lugar. La chica no servía para nada, ni siquiera como un factor distractor, y para peor, cabreaba a Riven en grande.

Se suponía que había sido idea de este venir a la noche del diablo, que podía ayudarme a investigar sobre la muerte de mi madre y que, a lo mejor, me iba a dar las respuestas que Miranda me había negado antes de su muerte.

La jaula se encontraba en una construcción aparentemente baldía, a la que debíamos acceder por debajo de un túnel subterráneo coladas por Riven.

Luego de pasar por el filtro de seguridad y revisar que no trajéramos armas encima, nos condujeron por un pasillo casi oscuro que indicaba a donde ir.

A mi lado, Katherine hizo una mueca de desagrado, haciendo que la codeara en las costillas para que mirara con disimulo al frente. Parecía sorprendida y un poco asqueada con el pensamiento de que la noche maravillosa que mi amigo le había prometido estuviera por convertirse en un simple viaje a un viejo callejón de mala muerte.

—¡Maldita perra! —Se apresuró a decir Katherine—. ¿A dónde mierda nos trajiste?

En respuesta ante su gesto, Riven la miró con burla y nos empujó a ambas de la cintura para seguir nuestro camino

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now