Capítulo 19

3.3K 293 94
                                    

FANTASMAS DEL PASADO:

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

FANTASMAS DEL PASADO:

Le hablo al espejo como si lo hubiera visto antes en algún lugar. ¿Ya nos conocimos la otra noche? Alguien me dijo una vez que la vida tiene dos lados y creo que podría haber dejado que la oscuridad se comiera mi luz. 


¿Alguna vez despertaste en medio de la madrugada creyendo que no volverías a hacerlo de nuevo? En mí era algo recurrente. Por aquel entonces, creía que quizá todo estaba mejor, que iría mejorando poco a poco, aunque realmente; no era así. Mi cabello húmedo, mi cuerpo tambaleante y mi mandíbula castañeando eran la mayor evidencia de mis delirios.

Esa sensación había sido mi pan de cada día en la abadía, cuando el miedo me invadía y no tenía escapatoria alguna.

Luego de una pesadilla, me despertaba en un estado paralítico, creyendo que estaba en medio de la nada. Se sentía como si la muralla que separaba la fantasía de la realidad se derrumbaba; el infierno se desataba... duendes, brujas y otras criaturas míticas repentinamente parecían reales y amenazantes.

Algunas veces, tomaban forma de lo que más odiaba: la forma de Amanda, de mi padre o inclusive de mi madre. Siempre estando dispuestas a asesinarme.

La madrugada previa al primer partido de la temporada sentía que algo no andaba bien. Incluso, casi lograba apreciar que el aire se había vuelto más denso y condensado, quitándome poco a poco el oxígeno, haciéndome pensar si todo estaba en mi mente o de verdad la sensación era real.

La habitación zumbaba a mi alrededor, haciendo que me diera cuenta que podía ver y escuchar, pero no moverme.

Unos sonidos comenzaron a recorrer por toda la estancia, era parecido al sonido que hacía el agua a punto de desbordarse o del chorro de la ducha al permanecer abierto.

Luego de ese momento, escuché una voz susurrándome al oído, era la de mi madre, sus palabras —aunque inentendibles— se parecían más a la advertencia de que tuviera cuidado que a otra cosa.

«¿Esto es real o imaginario?» Era lo único que podía preguntarme en esas repetidas ocasiones en las que se presentaban esos escenarios tan parecidos, pero con situaciones diferentes entre ellos.

Siempre ocurrían cuando yo permanecía tendida en mi cama.

Debajo de mí todo se sentía húmedo, desde la funda de mis almohadas hasta la colcha sobre mi cama. «Tal vez es agua» supuse, puesto que no podía percibir ningún olor proveniente de donde estaba acostada.

Por el rabillo del ojo observé atentamente a una mujer sentada en un rincón; sus ojos estaban fijos en mí, hundidos e inyectados en sangre, oscuros cuál carbón. Parecían vacíos. Sin vida; aun así, siempre expectantes a mi presencia.

Poseía el semblante de una muñeca desaliñada, con el cabello castaño, largo, cayendo liso sobre sus hombros. Llevaba un vestido de color blanco inmaculado, con un fino encaje que se deslizaba por las mangas; estaba tan limpio y perfecto que te hacía pensar que si lo mirabas mucho, iba a ensuciarse, pero como siempre, había una excepción, el atuendo no podía ser tan perfecto, porque en el suelo se encontraba un detalle gigante. Una sustancia, se deslizaba por los ojales del mismo y se metía por sus hombros, todo el espacio siendo corroído por una sustancia de un color carmesí oscuro y de aspecto seco.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now