Capítulo 12

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NIDO DE CAIMANES: 

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NIDO DE CAIMANES: 

 Chicas con tatuajes que les gusta meterse en problemas; pestañas, diamantes y cajeros automáticos. Pasé por tantos momentos malos, debería ser una perra triste. ¿Quién hubiera pensado que me convertiría en una despiadada?


Katherine se llevó el rostro entre las manos, para así ocultar un poco de la vergüenza que estaba sintiendo; sus mejillas se habían encendido casi tanto como su cabello. La vi respirar por un momento y no esperé que fuera a confesar tan fácil la situación como lo hizo.

—Básicamente salíamos durante primer año, luego hice la audición para animadora, se lo presenté a Sidney y ya sabemos cómo terminó. Sinceramente seguimos en una relación... clandestina, porque no podía decirle que no. Ella se enteró y casi me echan.

Eran amantes. Quise reírme, porque le había perdido algo de respeto al tener tan mal gusto y aceptar ser simplemente la otra.

Asentí satisfecha y cambié de posición, para sentarme ahora en la orilla de la cama con las piernas colgando hacia el suelo.

—Entonces... ya sabes; ella te sopló el bistec. Se comió tu sándwich antes del recreo sin que te dieras cuenta y tú la odias, estas sola, triste y amargada.

Katherine nunca esperó que alguien lo notara, no había que ser un genio para ver como reaccionaba cuando lo tenía cerca y que tan irritante se volvía con él.

—Sidney y yo no estamos en los mejores términos por eso, pero no puedo arriesgarme a perder mi beca, me fui de casa por mi cuenta ya que no quería estudiar medicina. Padres conservadores con demasiadas expectativas. —Me dio una sonrisa algo triste, incapaz de alzar la cara de la pena que sentía. Tras su aceptación podía entender su punto y su recelo—. No les gustó la idea de que fuera animadora. Falda de prostituta, conejita de fútbol. Toda esa mierda.

Por un momento se frotó la cara entre las manos, y pude ver su debilidad y la aflicción que ocultaba con ella detrás de aquella imagen de la porrista nerd que seguía las reglas.

Me compadecía un poco por ella, pero al mismo tiempo pensé en lo estúpida que había sido por quedarse cruzada de brazos mientras Sidney tomaba lo que ella quería. Había sido lo suficientemente débil como para rendirse, así que no servía de nada darle un poco de mi lastima. Pobrecita.

—Dulzura, me llamaste zorra de calendario cuando básicamente te estabas follando al receptor del equipo. ¡El novio de nuestra capitana! Eso es aún más gordo que lo mío.

—No puedo perder mi beca. Algunos aquí no conducimos un maserati de un cuarto de millón de dólares comprado por sus padres —agregó tras mi reclamo, obvio que estaba herida por lo que le había dicho, porque me había restregado lo del dinero en la cara con argumentos vacíos.

Mátame Sanamente Där berättelser lever. Upptäck nu