Capítulo 58 (final).

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REDENCIÓN: 

Solo déjame ir, Alejandro, solo déjame ir. Ella no está rota, es solo un bebé, pero sus novios actúan como su padre, justo como su padre. Dibuja llamas que arden delante de él, y ahora él va a buscar una pelea; va a engañar a los malos. Sabes que te amo, chico, ardiente como México, regocíjate. A este punto tengo que elegir, ya no tengo nada que perder. 

Naces, creces, te reproduces y mueres.

Esa es la ley fundamental de la vida. Pero era tan terca, como para creer que si jugaba a ser Dios, mis acciones no iban a repercutir en consecuencias.

Lástima que lo aprendí muy tarde...

—Siempre lo supiste, ¿no? —Mi voz se entrecortó al dirigirme a Samantha—. Siempre lo supiste y no dijiste nada. ¿Por qué?

Su expresión se volvió triste al verme.

Las manos me temblaron, al sentir como las páginas del diario de Stacy se arrugaban por la presión que ejercieron mis dedos sobre el papel.

—Lo siento, Kira, de verdad lo siento. A veces sé con certeza que todo esto pasó por mi culpa —murmuró con un cierto aire de aflicción con el me identifiqué—. Sí, siempre lo supe, y no porque me lo dijo, sino porque lo sospechaba. Ella siempre estaba revoloteando sobre ti. Al principio pensaba que deseaba ser como tú; que te envidiaba; pero al final no era como eso. Ella esperó que la notaras, siempre lo hizo.

»O tal vez esperó a que la amaras... —Se detuvo, su voz tambaleando—. Aunque eso realmente no iba a suceder y cuando escuché tu conversación en la escuela secundaria y, me enteré de tu embarazo, pensé que al contarle esto su obsesión terminaría. ¿La verdad? Nunca pensé que todo acabaría tan mal.

»No justifico lo que hizo. Tampoco sabía que Amanda era su madre, te lo hubiese dicho porque siempre sentiré que te debo algo. No solo a ti, también a Aiden, a tu hijo e incluso a la misma Stacy. Les debo la vida gracias a todo lo que vivieron por mi culpa.

—Su muerte no es tu culpa —le dije, ya que tenía la certeza de ello—. Es mía. Tampoco eres la responsable de las decisiones que tomaron el resto. También fuiste victima en parte de toda esta mierda.

No podía contarle que la había matado... o peor aún, como la había matado.

No cuando tenía un lío mental en mi cabeza y no sabía que hacer. 

En ese instante me sentí sucia y mancillada. Como si una parte de mí se hubiese roto aún más luego de tanto tiempo. Samantha me estaba ayudando y, en su lugar, yo le estaba ocultando que era la asesina de la amiga por la que tanto lloraba.

—Claro que lo es. —No pude cuestionar sus palabras—. Si no le hubiese contado esto tal vez hoy estaría viva y tú y Aiden criarían a su hijo con tranquilidad.

Aquello me hizo sentir mal.

Era la primera vez en mi vida que quería consolar a alguien con quien no tenía un lazo físico o emocional. Al ver a Samantha pude verme a mí misma. Dos caras de una misma moneda que hicieron lo que tenían que hacer para sobrevivir.

A pesar de eso, y luego de no sensibilizarme por el dolor ajeno, mi enojado cerebro estaba diciéndome que no debería estar nerviosa; que debía esforzarme a pesar de que no podía disimular y estaba limpiando mis palmas sudadas sobre mi pantalón cada cinco minutos, viendo como Samantha comenzaba a llorar.

Me acerqué hacia ella y acuné mis palmas en su rostro, jalándola en el abrazo que no le había dado a alguien extraño en años.

No soportaba tocar a otros, pero incluso yo, también necesitaba un abrazo por toda la tristeza de una desgraciada vida.

Mátame Sanamente Kde žijí příběhy. Začni objevovat