Capítulo 47

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RECUERDOS Y FRACTURAS:

Creo que acabo de recordar algo, dije demasiado y se desbordó. ¿Por qué siempre me derramo? Creo que debería lavar mi boca con jabón. Dios ojala nunca hubiera hablado.  


Tres años en el pasado, 27 horas antes de la desaparición.

—¿Estás embarazada?

La voz de Samantha se había escuchado fuerte y clara en mi dirección. Mis piernas temblaron y tuve que recostarme contra la pared, mientras me recordaba a mí misma como respirar.

Esta se quedó observándome, meditando si era prudente hablar o no. En todo ese tiempo que transcurrió, en donde nos mirábamos la una a la otra, mi rostro conmocionado evitaba que pudiera fingir.

Apreté los dientes y alisé mi ropa, intentando modular las palabras. La garganta la sentía seca, totalmente obstruida antes de poder hablar.

—Piérdete, Samantha. Hoy no tengo ganas de hablar.

Un brusco y compasivo asentimiento fue su única respuesta, antes de girarse y tomar su lugar frente al pomo de la puerta.

Estaba demasiado estática como para poder pensar y ser mi yo usual, todo mi cuerpo temblaba y solo quería llorar. Congelándome, apreté los ojos una vez que las lágrimas amenazaron con salir.

Me veía bien, era saludable, me aseguraba de esforzarme al máximo para contrarrestar los comentarios malvados de las personas que me tachaban de puta. Era una buena atleta, la mejor animadora, la mejor gimnasta y bailarina de todo el lugar.

No era cierto, no podía ser posible y solo era un momento horrendo en donde la vida, como muchas otras tantas veces, pretendía burlarse de mí.

Sacudiéndome las lágrimas, obligué a mis pies a moverse y con una última mirada al pasillo, comencé a alejarme del lugar. Me di cuenta que habían pasado unos cuantos minutos y que hacía mucho rato el timbre de salida había comenzado a sonar.

Cuando llegué a casa el lugar se encontraba totalmente desierto para mi favor. Las lágrimas cayeron de mis ojos, mientras me mantuve de inmóvil como una roca, mirando las baldosas de las escaleras, pensando si debía subir.

Mis manos se apretaron como puños al borde del pasamanos, luchando contra el acechante demonio de la soledad dentro de mí.

Había una cosa más difícil que enfrentar a mi familia, y eso era enfrentar a mi verdadero yo.

La persona real, la adolescente que de verdad sentía y que diariamente era maltratada y rechazada como una paria. No la chica que todo el mundo veía como una estrella con cada giro, cada salto y cada acrobacia, llena de brillos y maquillaje.

Yo no era esa persona por más que intentara serlo.

¿Qué iba a hacer?

¿Cómo iba a mantener a un niño?

¿Lo iba a abortar?

¿Aiden iba a perdonarme?

Intenté acallar a todas las incógnitas que surgían en mi mente, pero ninguna tenía respuesta. Me sentía en un barco hundiéndose poco a poco. No iba a lograr sobrevivir mucho tiempo con el secreto, y por más que quería creer que esas cosas fallaban, las pruebas estaban ahí.

Mi padre iba a llegar en cualquier momento y debía recomponerme si quería verme presentable para la cena y no recibir ninguna bofetada en la cara.

Corrí hacia el baño y de entre mis cosas comencé a sacar un paquete de ansiolíticos. Amanda me obligaba a consumirlos para no parecer una perra psicótica delante de mi madre, a pesar de que nunca los tomaba, esa noche iba a necesitarlos.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now