Capítulo 44

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AMIGOS POR CONVENIENCIA: 

No soy tu amiga, ni nada de eso, demonios, tú piensas que eres el hombre, pero yo pienso y luego existo, así que detente ¿de qué diablos estás hablando? Quita mi hermoso nombre de tu boca.


El olor a pan de maíz invadió mis fosas nasales ese día por la mañana. La fuerte música retumbaba contra mis oídos, mientras mis compañeras de la escuadra reían a carcajadas monumentales en la cocina.

La celebración del Halloween, por más pagana que fuera, era uno de los eventos más importantes para toda la comunidad universitaria y el condado de Kelsen.

La mayoría bebía hasta desfallecer, mientras unos pocos tomaban ese momento para mostrarse excéntricos y dar a conocer por una noche su verdadera personalidad.

Me encontraba parada sobre la baranda de la escalera, mirando hacia el piso y observando todo lo que hacían las otras con los preparativos.

Desde entrado el día comenzaban con una tardada rutina, la cual consistía de exfoliantes, cremas y horribles bronceados artificiales. Katherine tenía pepinos en el rostro, Hannah se peinaba y Sidney vociferaba órdenes a diestra y siniestra, pareciendo más una mala versión de Samantha que de ella misma.

Desde la partida de esta última, las cosas en la casa se encontraban cada vez más tensas; a los entrenamientos les faltaba seriedad y todo parecía estar a punto de estallar e irse por la borda.

Sidney se quejaba como una maldita malcriada, y todo el que la cuestionaba le terminaba temblando la posición en el equipo.

La pobre no servía ni siquiera para ser una tirana, lo podía decir con solo verla. En el fondo estaba temblando como un pobre y solitario conejito asustado, temiendo que el cazador viniera y terminase matándolo, quemándolo todo y enterrando sus huesos.

No me malinterpreten, ella sabía que el cazador se encontraba en las cuatro paredes de su misma casa y que día a día convivía con él en un constante bailar con la muerte.

Aún parada en las escaleras, me dispuse a bajar escalón por escalón con mi mochila en mano, dirigiéndome hasta las instalaciones de la facultad, donde sería la presentación de las candidatas.

Conduje hasta el lugar, mirando a los lados y saludando a todo el mundo el treinta uno de octubre por la mañana, luego comencé a prepararme en los camerinos, más segura que nerviosa de que las cosas iban a terminar a mi favor.

Si Samantha quería intimidarme no iba a lograrlo. 

Iba a tomar todo de ella, incluso lo que no quería. La volvería loca y así acabaría con ella en el proceso.

Un rato después, cuando ya había ido a los ensayos, tomé asiento en mi lugar asignado, con las manos entrelazadas y un gesto intranquilo en el rostro, temiendo de que, al final, Aiden me odiara, le creyese a esta y se robara el espectáculo.

Había hecho todo esto por él, por nosotros. Mis planes no iban a irse al caño por una sucia zorra que quería interferir. Estaba arriesgando demasiado y mis horas estaban contadas.

Era ella o yo.

Y obviamente iba a ser yo.

Yo no era un peón. Era la reina del tablero y todo lo que hacía Samantha era mero show.

Un golpe seco contra la puerta llamó mi atención, sacándome de mi ensoñación, logrando así que me recompusiera en mi asiento, pendiente de lo que estaba a punto de pasar.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now