Capítulo 25

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 FUNERALES CRUELES:

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 FUNERALES CRUELES:

Hace mucho tiempo, igual que un carro fúnebre; tú moriste para estar nuevamente lejos de mí. Ardiendo, al igual que un fósforo, tú atacas para incinerar las vidas de nuestros conocidos.  


«—Todos tenemos secretos y algo de lo que avergonzarnos. Unos son suaves, otros turbios e incluso, unos pocos, ocultan sus sucios secretos. Hasta Aiden y yo tenemos uno, pero tú, Samantha, ¿de qué tienes tanto miedo?»

***

—Solo se muere quien se olvida. Dios nos da acojo en la nueva vida porque el cielo está lleno de almas puras, buenas e inocentes.

¿Era cierto lo que acababa de decir el predicador?

La vida es muy simple, nacías entre risas y celebraban tu llegada al mundo, pero cuando morías, todos los que te apreciaban te iban a recordar con una tristeza infinita y lamentarían tu partida.

Todo podía apagarse en un segundo y no te darías cuenta.

Esa mañana de otoño, el reverendo se paró frente a los familiares y seres queridos de aquel cuerpo fallecido, que descansaba frío e inerte dentro de un ataúd. El hombre hablaba acerca de cuán buena había sido, cómo había crecido entre las jóvenes de la comunidad y que solo se había perdido por culpa del dolor y la tentación del diablo.

Pobre oveja descarriada, necesitando de oraciones y consuelo. ¿Acercarse a él había sido tan malo para Stacy?

Tal vez sí.

Al llegar al funeral, Aiden se paró junto a mí y entrelazó su mano con la mía, pero no fue el único, porque todo el lugar se encontraba rodeado por nuestros compañeros de clases. Parecía que toda la universidad había sido congregada en un solo lugar para darle el último adiós a aquella chica que había partido desde tan joven.

Según las creencias de su religión, por muy deteriorado que estuviese el cuerpo, no podía ser cremado, ya que necesitaba caminar sobre sus pies para entrar al reino de los cielos.

Ella no había sido una santa; nada que ver, pero todas las personas presentes la estaban dejando como una. Una mártir sufrida, alguien lamentable que no tenía por qué haber partido tan rápido y que debía ser canonizada.

También decían que, los que se suicidaban, no entraban a ese lugar tan sagrado para la iglesia terrenal; su alma se quedaba vagaban en lo profundo del purgatorio, donde contemplaban a los mortales, sin poder interactuar con ellos.

Un mundo cruel donde solo había dolor y frustración, vagando por el más allá.

Según las creencias de la religión de mi madre, aquellos que acababan con su vida, nunca les llegaba la luz eterna.

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