Capítulo 2

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EL REENCUENTRO

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EL REENCUENTRO. 

 Míralo, mírame; ese chico es malo y honestamente es un lobo disfrazado, pero no puedo dejar de mirar esos ojos perversos.


Aiden.

Fue ahí cuando lo volví a ver, y no de la forma en la que pensaba que sería.

Los vellos en la parte posterior de mi nuca se erizaron como agujas, cuando lo encontré con la mirada frente a mí. Podría reconocerlo donde fuese.

El ambiente estaba oscuro excepto por los faroles de los postes de luz, aun así, podía mirar todo en detalle.

Era más alto que antes y con hombros más anchos. Parecía que tenía muchas más libras en su cuerpo y eso solo había beneficiado su aspecto.

Se veía asquerosamente guapo mientras estampaba a una morena contra él.

No era el mismo chico pálido, flacucho y ojeroso que había conocido.

Su cabello castaño oscuro, —a veces luciendo negro—, estaba peinado hacia un lado, cayendo medio largo y liso sobre su frente. Podía recordarlo claramente en mi mente, solo que ahora lo llevaba recortado a los lados, dándole así un aspecto moderno.

Besó el cuello de la chica como solía besarme. Reaccioné con gracia, pero en el fondo quería apuñalarlos a los dos. Parecía una mala escena de alguna película adolescente de Netflix, en donde los personajes no demostraban química alguna, pero aun así, debían conectar para demostrarle al público otra cosa.

En mi interior, algo se movió. No pude determinar que había sido, si la rabia que amenazaban con explotar, o el ataque de ansiedad que me hacía actuar sin cordura.

Los gemidos de la chica se sintieron como ponzoña recorriendo mis oídos, incluso si quería romper el contacto visual con aquella escena, no podía. Sería perder. Y yo nunca perdía.

Miré a mi alrededor todo el tiempo, como si esperara que alguien saltara en cualquier momento y les advirtiera de mi presencia, pero esa persona nunca llegó. Los otros estaban lo suficientemente lejos como para darse cuenta.

Después de suavizar mi expresión y limpiar el agua corriendo por mi frente, avancé hacia ellos lo más rápido que me permitieron mis tacones. La lluvia me bañó e intenté no perderme en mis pensamientos.

Luego de eso, inoportunamente, o tal vez para mi suerte, algo les advirtió de mi presencia, porque despegó su rostro del hueco del cuello de la chica.

Él solo se quedó observándome por un momento y yo hice lo mismo.

Parecía desconcertado y hasta un poco inflexivo, con la cabeza ligeramente inclinada y un interés silencioso, casi psicótico... como si se acabara de encontrar con el viejo amigo que había estado buscando por mucho tiempo.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now