Especial II: Plenilunio (3)

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La mayoría de los pinos nevados tenían sus verdes ramas, otros pocos sus tonos serían de un marrón parecido a su tronco. La nieve se acumulaba en todo su esplendor y sobre el suelo, no había lugar que no llegara la nieve, bueno, si había uno. Una casa de campaña que estaba siendo desmantelada.

—Damien ¿Y Vitya?— Sergei preguntó por su hijo menor mientras terminaba de colocarse su camisa celeste.

—Fue al lago congelado hace un rato, dijo que quería patinar un rato— Damien terminó de empaquetar las cosas pequeñas y se dirigió a quitar la tienda de campaña que fue utilizada por su hermano menor y él.

—¿Patinar?... No lo ha hecho en un tiempo — Murmuro Sergei, después decir algunas palabras a su hijo fue al camino hacía el lago.

Aún recuerda a su hijo de seis años que le encantaba aprender a patinar, su prima mayor, Mila le enseñó y luego Yuri, hijo de su hermana Yulaika lo siguió. Casi todos los días después del colegio o fines de semana después de sus tareas iba a la pista de hielo que estaba cerca de casa. Ahora que lo pensaba, hace ya varios meses que no hacía esa actividad.

Sergei quedo perdido un momento en sus pensamientos hasta que llegó al lago congelado. Brillante como gema a pesar de las nubes oscuras que se juntaban en el cielo, pero no había nadie ahí, entonces un quejido lo alertó, cerca de la orilla había un bulto tembloroso ¡Era su hijo, Víctor!

—¡Víctor!— Sergei corrió a una velocidad sobre humana llegando en un instante a su lado. —¡¿Qué sucede Vitya?!— Todo el cuerpo del menor estaba frío, tembloroso y tenso.

No había olor a sangre o alguna fractura en su cuerpo, no sabía que pasaba pero el olor salino lo impregno poco después. Víctor estaba llorando.

—Pa-Padre... me siento... muy mal— La respiración del platinado se volvió entrecortada cuando sus ojos se volvieron amarillos por unos segundos.

—¡Víctor tú-!— Sergei se sorprendió. Tomó a su hijo en sus brazos aun con los patines puestos y corrió de regreso a donde estaba la casa de campaña casi empacada.

Sergei se sorprendió mucho, realmente, pensaba que su hijo llegaría a la metamorfosis tal vez el próximo medio año como muy pronto pero nunca pensó que sucedería hoy, ¿Dolor? Sabía que era doloroso transformarse, los huesos se estiran, cambian y se rompen; su carne lloran y sus tendones gritan de dolor pero ¿Por qué aún no se ha transformado? El dolor llega pocos minutos antes de que comenzara la transformación y su cuerpo sucumbiera a un calor extremo parecido al Estro.

¿Qué estaba mal?

—¡Sergei! ¡Víctor!

—¡Padre, Vitya!

—¡Dasha!

Rápidamente todos se reunieron y dejaron a Víctor recostado en un conjunto de sabanas y cobijas sobre el saco de dormir. Víctor se estremecía ya sea por dolor o por frío, su cuerpo tenso temblaba ante cualquier sensación de tacto y sus ojos ahora celestes estaban ocultos entre sus parpados apretados donde ligeras lagrimas se filtraban y caían por los costados.

—¡*Jadeo*!

—¡Por el cielo! ¡¿Qué pasó?!— Dasha miró preocupada a su hijo que estaba tan frío como hielo y no paraba de sudar.

—¡No lo sé, dice que se siente mal pero no tiene heridas ni fracturas! — Por lo general ambos padres eran serios, fríos, sensatos y elegantes pero se doblaban ante cualquier cosa que les pasara a sus cachorros.

—¡Mamá! ¡Mira!— Damien quien ha estado observando todo seriamente noto algo extraño.

Entre el intervalo de la metamorfosis de un humano- lobo a un licántropo independientemente de sus síntomas o el dolor insoportable, les era conferido una marca en la frente. Podría ser solamente una marca simple, una forma sin forma de color negro o gris o había veces que era un símbolo de letra, estrellas o fuego de colores floridos como amarillo, naranja, rojo o rosado pero nunca, según los últimos 670 años se ha oído hablar de una marca de luna menguante color purpura. ¡O incluso cualquier la forma de la marca!

Una Noche, Para Toda La VidaWhere stories live. Discover now