ESPECIAL II: Plenilunio. (2)

111 11 0
                                    

Conforme pasaban los minutos más fría era la noche. Hoy era donde las almas dormían tarde, donde los cielos eran iluminados por infinitas luces llevando hogares, calles y edificios. Llenos de felicidad y cariño pero, no todos llegaban a la comprensión de cierto joven.

Apretando su chaqueta, Yuuri exhaló un suspiro frío, una bruma blanca y transparente. Miró la hora en la pantalla de su celular; marcaban casi las nueve de la noche, sus dedos  blancos ahora estaban algo rígidos y rojizos.

—¿De verdad... no vendrá?— El joven japonés guardó su celular en su suéter azul, pensando que debía irse ya que casi había pasado una hora desde la hora de su reunión, pero al final terminó esperando pacientemente hasta que fueron las nueve.

Sin querer quedarse con la confusión tomó su celular de su lugar y marcó el numero 4 pronto, un 'Vitya' se conectó para llamar. El timbre sonó lento pero pesado con cada que pasaba, pero nadie contestó hasta que la llamada se cortó, sus dedos fríos volvieron a marcar el numero pero aun no hubo respuesta del otro lado de la línea. ¿Solamente se averió o era que... no contestaría? Yuuri, guardó sin más su celular y miró el cielo estrellado lleno de hermosas estrellas. 

—Lastima que no haya un verano...— Susurró levemente Yuuri mientras un pequeño entumecimiento se apoderó de su corazón que ahora, era un poco, un poco más frío. Se cubrió su rostro con la bufanda gris y giró su cuerpo para ir en dirección a la parada. Era hora de irse a casa.

[*-*]

El celular volvió a apagarse después de que terminara la melodía de distinguida persona.

El cuarto estaba oscuro con las ventanas bien cerradas con solo un hilo de luz que surcaba la mitad de la habitación, un movimiento en la cama sonó. La hermosa mano blanca tomó el celular, este era Víctor que estaba sentado en la cama abrazando sus piernas y sus ojos tan rojos que parecían tenebrosos; uno de sus dedos se detuvieron a milímetros de la pantalla principal. La foto de un joven dormido en su pupitre, con sus lentes algo torcido pero sus mejillas rosadas que gritaban vitalidad y buena salud.

—Yuuri...— La voz ronca del ruso joven se quebró al pensar que hasta ahora llamaba. Realmente tenía lo ultimo de su voluntad para no contestar esa llamada, si lo hiciera seguro se derrumbaría al escuchar su cálida voz y su suave llamado.

¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser así? De verdad ocultar esa verdad era como colocar un cuchillo en su corazón ¿Tenía que alejarse? ¿Tenían que irse? 

Víctor no sabía que hacer, solo tenía la certeza que alejarse de Yuuri sería la tarea más difícil de su vida y, la más dolorosa.

Escaleras abajo, en la sala tres licántropos estaban reunidos sin emitir sonido pero tan solo mirarse conocían casi los pensamientos de los demás y todos estaban dirigidos al más joven de la familia. Dasha, la madre del hogar tenía sus manos en puños blancos por la situación que llegó a desarrollarse de esa manera, Sergei estaba profundamente metido en sus pensamientos y casi no reaccionaba al ambiente pesado y silencioso que tenía a su alrededor; en cambio, Damien tenía su corazón ansioso por su hermano. Lo conocía muy bien y sabía que estaría sufriendo mucho por lo que tomó la decisión de dar a conocer su idea.

—Madre, yo... ofrezco una opción— Damien respiró un poco profundo al terminar esas palabras.

Dasha quien salió de sus pensamientos algo siniestros, miró a su hijo mayor con sus ojos celestes y asintió en respuesta, esperando que continuara.

—Dentro de tres días es el Solsticio de Invierno, propongo que salgamos por un tiempo de la ciudad al bosque para que él se distraiga y, llamar a los Plisetsky y a los Babicheva para que al regresar no encuentre dificultades— Damien sabía que esto era como poner guardias a su hermano menor pero era lo mejor, si lo que su madre dice era verdad, no podría dejar que Víctor en un momento de debilidad volviera a acercarse al chico. 

Una Noche, Para Toda La VidaWhere stories live. Discover now