XVIII

204 21 7
                                    

Hasta que Marinette entró en el salón de Netherfield y buscó en vano entre el grupo de casacas rojas allí reunidas a Nathaniel Kutzenberg, no se le ocurrió pensar que podía no hallarse entre los invitados. La certeza de encontrarlo le había hecho olvidarse de lo que con razón la habría alarmado. Se había acicalado con más esmero que de costumbre y estaba preparada con el espíritu muy alto para conquistar todo lo que permaneciese indómito en su corazón, confiando que era el mejor galardón que podría conseguir en el curso de la velada. Pero en un instante le sobrevino la horrible sospecha de que Nathaniel Kutzenberg podía haber sido omitido de la lista de oficiales invitados de Couffaine para complacer a Agreste. Ése no era exactamente el caso. Su ausencia fue definitivamente confirmada por el señor Denny, a quien Lila se dirigió ansiosamente, y quien les contó que el señor Nathaniel Kutzenberg se había visto obligado a ir a la capital para resolver unos asuntos el día antes y no había regresado todavía. Y con una sonrisa significativa añadió:

—No creo que esos asuntos le hubiesen retenido precisamente hoy, si no hubiese querido evitar encontrarse aquí con cierto caballero.

Lila no oyó estas palabras, pero Marinette sí; aunque su primera sospecha no había sido cierta, Adrien era igualmente responsable de la ausencia de Nathaniel Kutzenberg, su antipatía hacia el primero se exasperó de tal modo que apenas pudo contestar con cortesía a las amables preguntas que Adrien le hizo al acercarse a ella poco después. Cualquier atención o tolerancia hacia Adrien significaba una injuria para Nathaniel Kutzenberg. Decidió no tener ninguna conversación con Adrien y se puso de un humor que ni siquiera pudo disimular al hablar con Couffaine, pues su ciega parcialidad la irritaba.

Pero el mal humor no estaba hecho para Marinette, y a pesar de que estropearon todos sus planes para la noche, se le pasó pronto. Después de contarle sus penas a Alya Cesaire, a quien hacía una semana que no veía, pronto se encontró con ánimo para transigir con todas las rarezas de su primo y se dirigió a él. Sin embargo, los dos primeros bailes le devolvieron la angustia, fueron como una penitencia.

El señor Lahiffe, torpe y solemne, disculpándose en vez de atender al compás, y perdiendo el paso sin darse cuenta, le daba toda la pena y la vergüenza que una pareja desagradable puede dar en un par de bailes. Librarse de él fue como alcanzar el éxtasis.

Después tuvo el alivio de bailar con un oficial con el que pudo hablar del señor Nathaniel Kutzenberg, enterándose de que todo el mundo le apreciaba. Al terminar este baile, volvió con Alya Cesaire, y estaban charlando, cuando de repente se dio cuenta de que el Señor Adrien Agreste se había acercado a ella y le estaba pidiendo el próximo baile, la cogió tan de sorpresa que, sin saber qué hacía, aceptó. Adrien se fue acto seguido y ella, que se había puesto muy nerviosa, se quedó allí deseando recuperar la calma. Alya trató de consolarla.

—A lo mejor lo encuentras encantador.

—¡No lo quiera Dios! Ésa sería la mayor de todas las desgracias. ¡Encontrar encantador a un hombre que debe ser odiado! No me desees tanto mal.

Cuando se reanudó el baile, Adrien se le acercó para tomarla de la mano, y Alya no pudo evitar advertirle al oído que no fuera una tonta y que no dejase que su capricho por Nathaniel Kutzenberg le hiciese parecer antipática a los ojos de un hombre que valía diez veces más que él. Marinette no contestó. Ocupó su lugar en la pista, asombrada por la dignidad que le otorgaba el hallarse frente a frente con Agreste, leyendo en los ojos de todos sus vecinos el mismo asombro al contemplar el acontecimiento. Estuvieron un rato sin decir palabra; Marinette empezó a pensar que el silencio iba a durar hasta el final de los dos bailes. Al principio estaba decidida a no romperlo, cuando de pronto pensó que el peor castigo para su pareja sería obligarle a hablar, e hizo una pequeña observación sobre el baile. Adrien contestó y volvió a quedarse callado. Después de una pausa de unos minutos, Marinette tomó la palabra por segunda vez y le dijo:

Pride & Prejudice  (Adrinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora