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Pocos días después de aquella visita, Couffaine volvió a Longbourn, solo. Su amigo se había ido a Londres por la mañana, pero iba a regresar dentro de diez días. Pasó con ellas una hora, y estuvo de excelente humor. La señora Dupain le invitó a comer, Couffaine dijo que lo sentía, pero que estaba convidado en otro sitio.

—La próxima vez que venga —repuso la señora Dupain— espero que tengamos más suerte.

—Tendré mucho gusto —respondió Couffaine. Y añadió que, si se lo permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles.

—¿Puede usted venir mañana?

Luka Couffaine dijo que sí, pues no tenía ningún compromiso para el día siguiente.

Llegó tan temprano que ninguna de las señoras estaba vestida, La señora Dupain corrió al cuarto de sus hijas, en bata y a medio peinar, exclamando:

—¡Chloé, querida, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido el señor Luka Couffaine! Es él, sin duda. ¡Ven, Sara! Anda en seguida a ayudar a vestirse a la señorita Chloé. No te preocupes del peinado de la señorita Marinette.

—Bajaremos en cuanto podamos —dijo Chloé—, pero me parece que Alix está más adelantada que nosotras, porque subió hace media hora.

—¡Mira con lo que sales! ¿Qué tiene que ver en esto Alix? Tú eres la que debe bajar en seguida. ¿Dónde está tu corsé?

Pero cuando su madre había salido, Chloé no quiso bajar sin alguna de sus hermanas.

Por la tarde, la madre volvió a intentar que Luka Couffaine se quedara a solas con Chloé. Después del té, el señor Dupain se retiró a su biblioteca como de costumbre, y Rose subió a tocar el piano. Habiendo desaparecido dos de los cinco obstáculos, la señora Dupain se puso a mirar y a hacer señas y guiños a Marinette y a Alix sin que ellas lo notaran. Alix lo advirtió antes que Marinette y preguntó con toda inocencia:

—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué me haces señas? ¿Qué quieres que haga?

—Nada, niña, nada. No te hacía ninguna seña.

Siguió sentada cinco minutos más, pero era incapaz de desperdiciar una ocasión tan preciosa. Se levantó de pronto y le dijo a Alix:

—Ven, cariño. Tengo que hablar contigo.

Y se la llevó de la habitación. Chloé miró al instante a Marinette denotando su pesar por aquella salida tan premeditada y pidiéndole que no se fuera.

Pero a los pocos minutos la señora Dupain abrió la puerta y le dijo a Marinette:

—Ven, querida. Tengo que hablarte. —Marinette no tuvo más remedio que salir.

—Dejémoslos solos, ¿entiendes? —le dijo su madre en el vestíbulo—. Alix y yo nos vamos arriba a mi cuarto.

Marinette no se atrevió a discutir con su madre; pero se quedó en el vestíbulo hasta que la vio desaparecer con Alix, y entonces volvió al salón.

Los planes de la señora Dupain no se realizaron aquel día. Luka Couffaine era un modelo de gentileza, pero no el novio declarado de su hija. Su soltura y su alegría contribuyeron en gran parte a la animación de la reunión de la noche; aguantó toda la indiscreción y las impertinencias de la madre y escuchó todas sus necias advertencias con una paciencia y una serenidad que dejaron muy complacida a Chloé.

Apenas necesitó que le invitaran para quedarse a cenar y, antes de que se fuera, la señora Dupain le hizo una nueva invitación para que viniese a la mañana siguiente a cazar con su marido.

Después de este día, Chloé ya no dijo que Luka Couffaine le fuese indiferente. Las dos hermanas no hablaron una palabra acerca de él, pero Marinette se acostó con la feliz convicción de que todo se arreglaría pronto, si Adrien no volvía antes del tiempo indicado. Sin embargo, estaba seriamente convencida de que todo esto habría tenido igualmente lugar sin la ausencia de dicho caballero.

Pride & Prejudice  (Adrinette)Место, где живут истории. Откройте их для себя