XXIX

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Jueves 7 de Agosto.

Mr Cheng llegó temprano esta mañana y lo lleve colina abajo hacia el rio, junto con algunos de mis otros invitados. Tiene conocimientos de pesca, y le preste una caña de pescar para que pudiera probar su suerte en atrapar algo. Mis otros invitados habían traído los suyos. Estaba por unírmeles cuando un comentario de Mr Cheng me hizo cambiar de parecer.

—Fue muy cortes de su hermana el visitarnos ayer, Mr Adrien. Mi esposa y mi sobrina estaban muy sorprendidas por tal atención.— dijo —Estaban decididas a regresarla esta mañana.

—Es muy amable de su parte,— dije, cuando pude dominar mi sorpresa.

—No quieren ser faltas de ninguna atención.

—Espero que disfruten su pesca,— les dije a los caballeros. —Si me disculpan, debo volver a la casa.

Mis invitados murmuraron despedidas, asumiendo que tenía algún asunto de negocios que atender, pero vi la mirada de comprensión en el rostro de Mr Cheng. Él lo sabía. No estaba asombrado. No había tomado ninguna molestia en esconder mis sentimientos cuando visité a su sobrina. No piensa fingir una falta de interés.

Regresé a la casa y entre al salón. Mis ojos fueron directamente a Marinette. Sabía instantáneamente que ella pertenecía a este lugar. Mientras la miraba, visualice un futuro, un futuro en el que veía a Marinette y a mí viviendo en Pemberley. Lo deseaba más que cualquier cosa, y solo puedo tener esperanzas que ella quiera lo mismo.

—Miss Dupain, Mrs Cheng, es muy gentil de su parte el regresar la visita a mi hermana tan pronto,— dije.

—Oh, sí, muy gentil,— dijo Georgiana, ruborizándose. —No lo esperaba.

—No podíamos actuar de otra manera, después de su amabilidad en darnos la bienvenida,— dijo Mrs Cheng a Georgiana.

Georgiana se ruborizó nuevamente, pero solo tenía ojos para Marinette. Su mirada se topó con la mía. Desvió la mirada, avergonzada, y aun así pensé ver una aceptación en sus ojos antes de que volteara.

Caroline y Louisa estaban sentadas silenciosamente, sin hacer ninguna contribución a la conversación y dejando a Georgiana realizar los deberes de anfitriona sola.

Mrs Annesley la ayudó, diciendo a Marinette: —Los jardines de Pemberley son muy hermosos, ¿creo que los vio hace unos días?

—Sí, disfrutamos mucho caminar por ellos,— dijo Marinette. —Los árboles son muy hermosos.— Miro hacia la ventana, a algunos ejemplares.

—Son arboles de castañas españoles,— dijo Georgiana dulcemente, complacida de poder hacer una contribución a la conversación.

—¿Han estado ahí mucho tiempo?— preguntó Marinette, volteando hacia ella, alentándola.

—Oh, sí, son muy viejos.

Georgiana se giró hacia mí buscando mi probación y le sonreí. No tiene mucha experiencia recibiendo a invitados, y ninguna en recibir a personas que no conoce, pero se ha adaptado muy bien.

Caroline evidentemente pensó que había permanecido en silencio suficiente tiempo.

—Dígame, Miss Mari, ¿los soldados no han sido removidos de Meryton? Debe de ser una gran pérdida para su familia.

Nunca la había escuchado hablar con tanto veneno. Sus comentarios sarcásticos eran expresados con una pequeña sonrisa, pero no había nada jocoso en ellos hoy, y me di cuenta por primera vez de lo venenosa que Caroline puede ser.

Vi a Marinette angustiarse. Centenares de recuerdos llenaron mi mente. Mis propios comentarios poco generosos relacionados con sus hermanas menores; su rostro al acusarme de arruinar a Nathaniel Kutzenberg; mi furiosa respuesta; y mi carta.

Me sentí mal por ella, pero no necesitaba mi ayuda en repeler el ataque. Después de un momento de angustia, respondió: —Siempre es triste perder la compañía de gente inteligente y bien educada. Hay algunos que entran en un vecindario con la intención de burlarse de todo lo que ven, o con la intención de formar falsas amistades para pasar el rato, y no tienen ninguna consideración de los sentimientos de los que se quedaron una de vez se hayan ido.

Pero fuimos afortunados con los oficiales. Eran corteses y bien educados. Nos procuraron placer cuando estuvieron con nosotros, y no dejaron más que recuerdos placenteros detrás suyo.

Atrapé la mirada de Marinette y sonreí. Caroline fue silenciada, y mi hermana fue aliviada de la vergüenza que había experimentado cuando las palabras de Caroline le recordaron a Nathaniel Kutzenberg. Estaba liberado de un gran agobio. Por su conducta calmada creo que la admiración de Marinette hacia Nathaniel Kutzenberg había terminado.

La visita llego a su fin, pero no pude soportar el dejar a Marinette irse.

—Debe permitirme llevarla al carruaje,— le dije, mientras Mrs Cheng se levantaba para irse.

—Gracias,— respondió.

Caminé con ellas, agradecido por la oportunidad que me daba de estar con Marinette. Su tía camino un poco más adelante, para que pudiera hablar a solas con ella.

—Espero que haya disfrutado su mañana.

—Sí, gracias, lo he hecho.

—Espero verla otra vez aquí.

Habíamos llegado al carruaje, y no podía decir más. Pero mis sentimientos estaban en mi mirada. Ella se sonrojó, y bajó su mirada, con confusión, espero. Hay aun algo de incomodidad entre nosotros, pero ya pasará, y entonces descubriré si sus sentimientos siguen siendo los mismos que en Pascua.

Ayudé a subir al carruaje a Mrs Cheng. Después a Marinette, y el carruaje se fue.

Nunca sospeché cuando llegué a Pemberley que encontraría tantas cosas de mi interés. Pronto tendría una nueva dueña, esperaba.

Miré al otro lado de las amplias colinas e imaginé a mis hijos yendo colina abajo hacia el río a pescar. Miré hacia la casa y vi a mis hijas regresando de un paseo, sus faldas cubiertas en lodo. Si estuviera seguro de que eso pasaría, sería muy afortunado, en verdad.

Estaba poco dispuesto a regresar al salón, pero sabía que debía hacerlo. No podía dejar a Georgiana sola con Caroline y Louisa. No habían hecho nada para ayudarla durante la visita de Marinette, y en cambio no hicieron más que angustiarla. Si era posible invitar a Luka a Pemberley sin sus hermanas, lo haría deseosamente.

—Que mal se veía Miss Mari Dupain esta mañana,— dijo Caroline, tan pronto como entre a la habitación. —Se ha puesto tan quemada y tosca. Louisa y yo congeniábamos de que no la hubiéramos reconocido.

Estaba claro que los comentarios de Caroline estaban inspirados por los celos. Me había preguntado, en ocasiones, si ella se imaginaba como la siguiente Mrs Agreste, pero siempre lo negaba. Ahora estaba seguro de ello. Esta dispuesto a no dejar que sus comentarios de mala naturaleza arruinaran mi felicidad.

—No vi nada diferente en ella, excepto que estaba algo bronceada, lo cual no es ninguna sorpresa al haber estado viajando en verano.

—Por mi parte,— prosiguió maliciosamente, —debo confesar que nunca vi ninguna belleza en ella.

Mientras seguía criticando la nariz, el mentón, la complexión y los dientes de Marinette, me molestaba más y más, pero no dije nada, incluso cuando dijo: —Y en cuanto a sus ojos, que algunas veces has sido llamados bellos, nunca pude percibir nada extraordinario en ellos.

Me miró retadoramente, pero permanecí en silencio.

—Recuerdo especialmente una noche, después de que ellos cenaran en Netherfield, usted dijo: —¡Ella una belleza!- Primero llamaría su madre un genio

—Sí— repliqué sin poder contenerme más tiempo. —Pero eso fue cuando empezaba a conocerla, porque hace ya muchos meses que la considero como una de las mujeres más bellas que he visto.

Y entonces, salí de la habitación.

La impertinencia de Caroline sobrepasa todo límite. Si no fuera la hermana de Luka, le diría que se fuera. ¡Insultar a Marinette enfrente mío! Ella debe de estar inundada por celos.

Pero no puede quitarme mi felicidad. Amo a Marinette. Ahora solo falta ver si Marinette me ama.

Pride & Prejudice  (Adrinette)Where stories live. Discover now