XX

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A Lahiffe no lo dejaron mucho tiempo meditar en silencio el éxito de su amor; porque la señora Dupain que se había quedado en el vestíbulo esperando el final de la conversación, en cuanto vio que Marinette abría la puerta y se dirigía con paso veloz a la escalera, entró en el comedor y felicitó a Lahiffe, congratulándose por el venturoso proyecto de la cercana unión. Después de aceptar y devolver esas felicitaciones con el mismo alborozo, Lahiffe procedió a explicar los detalles de la entrevista, de cuyo resultado estaba satisfecho, pues la firme negativa de su prima no podía provenir, naturalmente, más que de su tímida modestia y de la delicadeza de su carácter.

Pero sus noticias sobresaltaron a la señora Dupain. También ella hubiese querido creer que su hija había tratado únicamente de animar a Lahiffe al rechazar sus proposiciones; pero no se atrevía a admitirlo, y así se lo manifestó a Lahiffe.

—Lo importante —añadió— es que Marinette entre en razón. Hablaré personalmente con ella de este asunto. Es una chica muy terca y muy loca y no sabe lo que le conviene, pero ya se lo haré saber yo.

—Perdóneme que la interrumpa —exclamó Lahiffe—, pero si en realidad es terca y loca, no sé si, en conjunto, es una esposa deseable para un hombre en mi situación, que naturalmente busca felicidad en el matrimonio. Por consiguiente, si insiste en rechazar mi petición, acaso sea mejor no forzarla a que me acepte, porque si tiene esos defectos, no contribuiría mucho que digamos a mi ventura.

—Me ha entendido mal —dijo la señora Dupain alarmada—. Marinette es terca sólo en estos asuntos. En todo lo demás es la muchacha más razonable del mundo. Acudiré directamente al señor Dupain y no dudo de que pronto nos habremos puesto de acuerdo con ella.

Sin darle tiempo a contestar, voló al encuentro de su marido y al entrar en la biblioteca exclamó:

—¡Oh, señor Dupain! Te necesitamos urgentemente. Estamos en un aprieto. Es preciso que vayas y convenzas a Marinette de que se case con Lahiffe, pues ella ha jurado que no lo hará y si no te das prisa, Lahiffe cambiará de idea y ya no la querrá.

Al entrar su mujer, el señor Dupain levantó los ojos del libro y los fijó en su rostro con una calmosa indiferencia que la noticia no alteró en absoluto.

—No he tenido el placer de entenderte —dijo cuando ella terminó su perorata—. ¿De qué estás hablando? —Del señor Lahiffe y Marinette. Marinette dice que no se casará con el señor Lahiffe, y el señor Lahiffe empieza a decir que no se casará con Marinette.

—¿Y qué voy a hacer yo? Me parece que no tiene remedio.

—Háblale tú a Marinette. Dile que quieres que se case con él.

—Mándale que baje. Oirá mi opinión.

La señora Dupain tocó la campanilla y Marinette fue llamada a la biblioteca.

—Ven, hija mía —dijo su padre en cuanto la joven entró—. Te he enviado a buscar para un asunto importante. Dicen que Lahiffe te ha hecho proposiciones de matrimonio, ¿es cierto?

Marinette dijo que sí.

—Muy bien; y dicen que las has rechazado.

—Así es, papá.

—Bien. Ahora vamos al grano. Tu madre desea que lo aceptes. ¿No es verdad, señora Dupain?

—Sí, o de lo contrario no la quiero ver más.

—Tienes una triste alternativa ante ti, Marinette. Desde hoy en adelante tendrás que renunciar a uno de tus padres. Tu madre no quiere volver a verte si no te casas con Lahiffe, y yo no quiero volver a verte si te casas con él.

Pride & Prejudice  (Adrinette)Where stories live. Discover now