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Caín.

«Todo me está permitido», pero no todo es para mí bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.

Corintios 6:12

ºº

Aspiro las dos líneas blancas que me ofrece la rubia, depositadas sobre sus enormes tetas y sacudo mi cabeza. El polvo entra por mi nariz y vuelvo a sentir que me mezo en un eterno estado de desvinculación del mundo. Echo mi cabeza contra el respaldar del extenso sillón de terciopelo rojo y disfruto de las vistas que me ofrece la morena que chupa mi miembro, desnuda y arrodilla entre mis piernas.

No sé cuantas horas llevo dentro de este pequeño cuarto o qué día es, pero si sé que he visto entrar y salir un sinfín de mujeres, he fumado y aspirado todo lo que se me ofreció y he bebido hasta la última gota de alcohol de las botellas. La rubia que me suministra la droga intenta besarme pero lo evito, dejándole vía libre para que deposite mordidas y lamidas en mi sudado cuello. La temperatura del lugar nunca baja, ya sea por la cantidad de cuerpos dentro o el humo que nubla las vistas.

Mujeres de distintas etnias, alturas y pesos recorren la sala. El sillón con forma de U me deja en el medio de diferentes espectáculos, haciéndome sentir poderoso y venerado. La densa oscuridad del cuarto se contrarresta con la luz negra que ilumina las pinturas brillantes de los cuerpos de las putas, dejándolas como la atracción principal de la sala. A mi izquierda dos bellezas se besan con intensidad mientras toquetean diferentes aéreas de sus desnudos cuerpos, emitiendo gemidos que se unifican con la fuerte música que sale de algún altoparlante. Por el otro lado, a la izquierda, hay un cuarteto de mujeres drogadas, enrolando y aspirando mientras disfrutan de un viaje espiritual y mental. Visten pequeñas tangas o ninguna prenda, sus peinados son variados al igual que el tono de sus cabellos, sus maquillajes exóticos y brillantes, sus pieles aceitosas y cubiertas de una fina capa de glitter y trazos irregulares de pinturas flúor. La proporción de sus tetas y culos son distintas pero dignas de apreciar, llamándote a tocarlas y saborearlas. El único detalle que todas cargan es que en sus medias de red, las cuales llegan hasta sus rodillas, se encuentran una gran cantidad de billetes enrollados. De diez, veinte, cincuenta, cien. Todos los tamaños y versiones, los portan con orgullo y bien merecidos.

Tomo en un puñado el pelo de la muchacha que lame mi verga y, de un tirón, hago que levante la vista y me mire. Sus ojos están rodeados de la máscara de pestaña corrida por lagrimas que soltó al ahogarse con mi falo, asique le dedico una sonrisa ladeada. Su lengua recorre de extremo a extremo los labios de su boca para quitar la baba acumulada, los cuales poseen restos de labial rojo, y termina por imitar mi gesto. En su nariz yace una argolla y en su rostro hay distintas figuras maquilladas que son realzadas por la luz negra de la habitación, dejándolas expuestas en tonalidades rosa fluor.

Aun no he acabado pero me siento incapaz de hacerlo en las condiciones que estoy, además no me apetece hacerlo, por lo que hago un escaso gesto hacia delante y ella hace lo que le pido. Se levanta de su posición y me deja admirar su cuerpo por completo. Tetas firmes, abdomen marcado, piel blanca y tatuajes dispersos por ella. Acomodo el bóxer y ato el pantalón, dejando expuesto solamente mi pecho y adoptando una postura más cómoda para el show. La flaca estira la mano hasta la rubia que se entretenía con mi cuello y mordía mi lóbulo, invitándola, y esta la toma gustosa. Ambas comienzan a danzar en sintonía con la melodía emitida, rozando su desnudez y jugueteando con sus melenas opuestas. La rubia posee dos objetos plateados decorando sus pezones y cuando depara que mi vista está sobre ellos, comienza a tocarlos y moverlos. La erección dentro de mi ropa interior no deja de crecer pero mis necesidades ya no pueden ser calmadas con putas y droga.

Desde la charla con Grace volví a un pozo del que me creí exento. Las dos noches siguientes no pude conciliar el sueño por densos pensamientos y sentimientos que me causaban disgusto, por lo que me vi obligado a ahogar los recuerdos con alcohol. Pero no me fue suficiente, asique recurrí a un estilo de vida que no me enorgullece pero me amansa mis peores demonios.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora