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Edén.

Nadie es santo como tú, Señor.

Samuel 2:2

°°

- Dos minutos más y ni llegas a felicitarme. – Me cruzo de brazos y su vista se desvía a mi escote unos segundos. No trato de taparme ni me molesta, mi disfraz no deja mucho que desear y hoy me siento... sexi.

- Creí que no te importaba. O eso decían tus mensajes.

Suelto un suspiro. Siempre sabe qué decir.

- Y no me importa. – Alzo los hombros. – Solo quiero mi regalo.

Su expresión cambia a burla.

- ¿Qué? Tus mensajes prometen darme un "gran" regalo, - Hago comillas en el aire cuando menciono la magnitud. – y las promesas no se rompen.

Caín hace hacia atrás su camina con un movimiento rápido de mano, exponiendo un lujoso reloj. Chequea la hora en él y como si le hubiesen dado la mejor noticia del mundo, curva la comisura de su labio derecha en una sonrisa traviesa.

- Dios mío. ¿Qué estás pensand...

Sus labios sellan los míos en un beso robado. Nuestra distancia es tan corta que solo debió poner sus manos detrás de mí nuca y atraerme a su carnosa boca, para así interrumpir mi oración y acelerar mis latidos. Tardo unos segundos de más en reaccionar pero cuando mi mente y cuerpo compaginan, mis manos están recorriendo sus hombros, cuello y cabello.

Lo correcto sería llevar mi rodilla hasta sus partes y reclamarle por besarme sin razón pero mi cuerpo no quiere detenerse; Ni cuando sus manos bajan hasta mi trasero para amasarlo y atraerme más a su duro físico. Toda la noche he estado en búsqueda de pequeños momentos que me arrebatasen la calentura incontrolable que yacía en mí, y a Caín le toma un minutos en calmar mis agua y encender otras. Suena ilógico y hormonal, pero así es lo nuestro. Ilógico y hormonal.

Cuando su boca abandona la mía para dejar un camino de pequeños mordiscos por mi mentón hasta mi cuello, echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos con fuerza, disfrutando. Mi boca se entreabre para soltar un jadeo y espero ansiosa a que su lengua llegue a una zona particular, donde le gusta prenderse y chupar, pero nunca pasa.

Abro los ojos confundida y Caín se separa de mí. De repente, siento como si estuviese desnuda en el día más frío del año. Me abrazo a mí misma para dejar de sentirme descubierta y él me mira como si no acabase de devorar mi boca.

- Asique mi regalo fue un beso. – Logro articular cuando recupero el aliento. Caín se ríe entre diente y niega, volviendo a chequear la hora en su reloj. Frunzo el ceño. - ¿Qué?

- Digamos que fue más mi regalo que tuyo.

- ¿De qué estás hablando?

- Son más de las doce pero el beso comenzó un minuto antes por lo que sería tu regalo pero también... - Lo corto alzando una mano frente a su rostro.

- ¿Hoy es tu...? – Dejo la pregunta en el aire. No sé por qué, pero me siento tonta.

- ¿No sabes qué día es el cumpleaños de tu almirante? Que decepción, capitana.

- No puede ser. Tiene que ser una broma.

- Hace 29 años celebro este día como mi cumpleaños. – Se rasca la barba. – 30, mejor dicho. Si fuese una confusión, y no creo que sea, te lo diré a ti primero.

- Mierda. – Susurro para mí misma. Me volteo y me pongo de cuclillas, sacando dos cervezas de la pequeña conservadoras. Vuelvo a mi posición y le entrego una.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora