Capítulo 47

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Este capítulo es de lo más lindo y divertido. Amé escribirlo.

Y recién caigo en cuenta de que siempre digo lo mismo JAJAJAJAJAJ lo siento, los cambios radicales no me gustan.

En fin, tengo el tema del internet un poco más estable, así que intento actualizar más seguido :}

Tremenda banda sonora de hoy: We come running —Youngblood Hawke

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Capítulo 47

Irreverentes

Una vez escuché a Keith hablar acerca de un ensayo que presentaría en su clase de Ciencias Biológicas, y que iba de algo sobre la logística de las farmacias.

Al instante me aburrí. Me sonó a cosas que no eran de mi interés. 

Para mi desgracia, su energético tono de voz se elevaba unos cuantos decibeles por encima del volumen de la televisión, y no me quedó más remedio que resignarme a escucharlo.

Palabras por aquí, nombres de medicamentos por allá. 

Ya comenzaba a dormirme justo cuando nombró un artículo que leyó con anterioridad para fundamentar su composición: este decía que gran parte de los medicamentos y drogas comercializados en América, provenientes de la India, realmente no eran puros. Contaban con cantidades exuberantes de sustancias nocivas e, incluso, podían encontrarse en estado vencido.

No aguanté más la curiosidad y me acerqué al mesón de la cocina.

En resumidas cuentas, le llamaban efecto contraproducente. Las farmacias distribuían estos productos con la intención de hacer creer a sus compradores que les salvaban la vida, perjudicar su salud y entonces crear un ecosistema monopólico que les asegurase ingreso monetario constante.

Keith lo tradujo en "enfermar para luego vender la cura".

Considero que nunca conjuró una analogía más acertada que aquella.

¿Se había basado Gabriel en esta táctica cuando ideó el macabro plan para hacerme caer en sus redes?

¿Era posible que después de todo ese tiempo yo siguiera...necesitándolo? Como un enfermo dependiente de una medicina que solo retrasa su muerte.

Algo no andaba bien conmigo, pude confirmarlo en cuanto salí de la oscuridad de la casa del terror y vi las miradas perplejas de Shawn, Kit y Alaska. Tanto ellos como yo sabíamos que ahí dentro había sucedido otra cosa. El temblor de mis extremidades, el pestañeo constante en mis ojos y las palabras incoherentes que salían de mi boca me delataban.

Aseguré estar bien, amerité mi estado a la experiencia vivida —ignorando lo de Gabriel, obviamente—, y aclaré que solo sería cuestión de tomarme unos minutos para respirar y estabilizar mis valores. Ninguno se opuso, pero claro que no pasé de largo la mirada psicoanalizadora que me dirigió Kit.

No me iré hasta que te enamoresOù les histoires vivent. Découvrez maintenant