Capítulo 28

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Jeje holis, no me quería tardar tanto pero últimamente vivo más para la uni que para mí. Cosas de cosas :D

En fin, aquí les traigo el cap. Espero lo disfruten🧚🏻‍♀️

Si me hubieran dicho que un par de años después—específicamente siete años, seis meses y veinticinco días— me encontraría frente a Lana Ross, mi madre, con un torbellino de preguntas en la cabeza y ninguna respuesta en los labios, sin dudas, me ha...

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Si me hubieran dicho que un par de años después—específicamente siete años, seis meses y veinticinco días— me encontraría frente a Lana Ross, mi madre, con un torbellino de preguntas en la cabeza y ninguna respuesta en los labios, sin dudas, me habría reído.

Primero, porque las respuestas nunca me faltaban, obviamente debía ser un caso excepcional el que me dejara sin habla; y segundo porque en mi mente, estadísticamente manejada, no entraba la posibilidad de volver a ver a la mujer que me dio la vida.

Las matemáticas me habían fallado de nuevo.

Allí, con la interrogante latente, la tensión tangible y el miedo en los huesos, mamá repitió la pregunta:

—Lo diré una vez más y debes responderme, Kels —A pesar del cariño en su voz, podía notar la desesperación detrás de todas esas capas de autocontrol— ¿Sabes quiénes son los McAdams?

La cautela no era mi mayor virtud, pero si algo había aprendido de Keith y sus marañas, era que debía ser astuta.

—Saber de ellos y conocerlos son cosas muy distintas —indiqué, postergando la posible respuesta. Ella pareció titubear, reaccionando ante mi lógica.

—No sé cuál sería peor —Se enredó los dedos en el cabello, mi corazón empezó a bombear sangre a todas partes, temeroso de las insinuaciones—. De acuerdo, me corrijo, ¿has interactuado con los McAdams?

Ah, sí, claro, mamá no era tonta. Para algo había estudiado seis años Derechos.

—Uhm, bueno, hay muchas familias McAdams —volví a cuestionar, mirando nerviosa mis uñas coloreadas de rosa pastel.

—Robert McAdams, Amelia McAdams y Kit McAdams —especificó.

Mis ojos se sintieron cristalizados, la respiración me faltó por unos segundos y tragué el nudo que crecía en mi garganta.

—No, yo no...—¿Por qué mentía?

Razones para mentirle me sobraban, aunque ¿era realmente el orgullo la razón natural para no querer hablar con sinceridad frente a Lana? ¿O tenía que ver con mi miedo a saber algo que no quería?

—Te contaré todo, Kelly, pero es de suma importancia que me escuches hasta el final, ¿está bien? —Apretó mis manos, haciendo que una corriente eléctrica me recorriera, tal vez por susto o por tristeza.

«He esperado tanto este momento, y ahora que llega, no sé si quiero seguir escuchando»

Tomó unas respiraciones a las que yo les seguí. Una vez hablado, se sentió como cuando en alguna serie de medicina el suspenso se quiebra al dar con el diagnóstico del protagonista enfermo.

No me iré hasta que te enamoresWhere stories live. Discover now