Capítulo 8

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La mañana empezó tan caótica como lo predije.

Mi cabeza se sentía como un pesado balón de basket. El despertador había sonado ya unas tres veces, y nosotras no encontrábamos la manera de salir completamente de la cama.

Cuando pudimos, nos vestimos a la velocidad de la luz y bajamos sin desayunar, corrimos al auto de Alaska, y nos pusimos en marcha a la escuela. Íbamos increíblemente tarde.

De camino no hablamos mucho, pues el modo zombie aun habitaba en nosotras. Las ojeras eran visibles en el pálido rostro de la pelinegra, aún habiendo hecho lo imposible para taparlas.

Mi dolor de cabeza se debía más a los efectos de la música de la noche anterior, que en sí al mismísimo alcohol. Sabía que tenía una resistencia a él.

Nos tardamos más de lo calculado en llegar a la escuela a causa de un embotellamiento en la principal. Qué conveniente.

Cuando aparcamos el auto, ya la campana había sonado y el establecimiento se encontraba vacío a excepción de algunos alumnos que estaban en sus horas libres.

Visualicé rápidamente el lugar. Ahí estaba la motocicleta de Shawn mal estacionada, al igual que el auto de Keith y la pickup de Kit. Todo parecía en orden.

—¿Qué nos toca ahorita? —atravesamos las puertas, y caminamos rápido por el pasillo principal.

—Trigonometría —respondí. Alaska me dio una mirada de sufrimiento, y le sonreí, animándola—. Es solo una hora. Podemos con eso.

No sabía a quién intentaba convencer. Si a ella, o a mí.

Para nuestra suerte, el maestro Dean no se encontraba en el salón, así que nos escbullimos y nos sentamos a los costados de Shawn, que llevaba la capucha de su sudadera por encima de la melena negra.

—Buenos días por la mañana, solecito —hablé, y él levantó su cabeza con pereza. Sus ojos estaban inyectados en sangre y se le veía más pálido que de costumbre.

—No tienen absolutamente nada de buenos —enterró la cabeza entre sus brazos doblados sobre la mesa. Pasó de Alaska, y fruncí el ceño.

La miré por encima del chico, y esta lo miraba con preocupación. Ninguno de los tres habló más cuando vimos entrar al profesor de la materia dentro del aula.

Su habla iba a la par con nuestro estado de ánimo, y eso solo hizo que me diera más sueño del que ya tenía.

A mitad de clase me rendí, y procedí a imitar a Shawn, el que parecía estar dormido como bebé sobre la mesa. Alaska solo hacía círculos con un bolígrafo en su libreta.

Me encogí de hombros, ya luego pediría los apuntes.

Cuando la tortura terminó, disimuladamente le tomé una fotografía con mi teléfono al pizarrón acrílico con la clase, y salí junto con mis amigos del aula.

—No dejes que los vuelva a convencer se salir entre semana, Kels, por favor —Habló Alaska, y solté una risa. Shawn caminaba a mi lado, sin decir nada.

Todo estaba muy extraño. Se sentía la tensión entre ellos dos, y eso solo me tenía preocupada.

Suponía la respuesta a su comportamiento, pero quería confirmarlo.

Al llegar a la cafetería, me sorprendió no ver a Cass y Amanda en la misma mesa vacía de siempre.

En cambio, ellas se encontraban en una un poco más alejada del medio de lugar, con Kit a un lado de la rubia, hablando entretenidamente y más cerca de lo usual.

No me iré hasta que te enamoresDove le storie prendono vita. Scoprilo ora